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—Llegamos a nuestro destino, flaca—la sonrisa de Bayron solo me hizo querer gritar de la emoción. No había sido tan difícil después de todo. No había muerto siendo aplastada por un iceberg. Tampoco se hundió el barco.

Habíamos coronado.

Solté un grito tan fuerte para después treparme en Bayron. Él tuvo que estabilizarse para que no cayeramos. Reí y apreté mis piernas enrolladas en su espaldar.

—Bienvenida a Ibiza—dijo sobre mis labios. Lami un poco su labio superior y me bajé.

Lamentaba el hecho de haber pasado todo el trascurso con los ojos cerrados con la zozobra de que el barco iba a desaparecer como los del triángulo de las bermudas o que saldría alguna especie de megalodon y nos comería. No pude apreciar el mar. Bayron me invitó a salir para que viéramos el mar desde la acera del barco pero me negué. Supongo que fui una estúpida pero es que en realidad, Kenda había salido desde lo más profundo de mí a hacer estragos con su inseguridad de mierda. Pero ahora que podía decir: llegamos. Fue lo más bueno que han escuchado mis oídos.

Arrastramos las maletas y cuando la demás gente salía, Bayron y yo nos quedamos atrás. Esperando a que toda la multitud evacuara, siendo los últimos.

El barco se detuvo frente a una preciosa vista. Cuando Bayron y yo salimos y el cálido viento chocó nuestra cara, supe que era la mejor sensación que había experimentado. Además que mis ojos los llenaba unos preciosos hoteles frente al mar con demasiadas luces amarillas, algunas de otros colores que hacían contraste con el mar y que el cielo con su resplandor y queriendo salir, lo hacia ver muy bonito.

Y la palabra bonito se quedaría corta.

Todo era tan mágico para mi parecer. Estaba embelesada apreciando la maravilla de lugar.

Los edificios iluminados, el infinito y perfecto mar, el cielo azulado con nubes frondosas, la arena siendo arrastrada en nuestros pasos.

Magia.

Es simplemente magia.

—Este lugar me hace querer abrazarte como una jodida romántica—suelto sin pelos en la lengua asumiendo la realidad. Estoy segura que el tono salió burlon, pero la mirada de Bayron sobre mí no es tan burlona. O bueno sí, pero también hay otro tipo de sentimiento.

—Hazlo—pidió. Me quedé inmóvil, frente a frente. Cara a cara.

—Pero...

—Flaca, hazlo y no temas—interrumpió mi estupidez. Suspiré, asentí y me acerqué un poco.

Solo un poco.

Después me quise lanzar como una loca.

Pero después me contuve.

¿Por qué?

Por estúpida tal vez.

Hasta que no hubo necesidad de pasar por un largo momento de transición, cuando los brazos de Bayron me rodearon y me atrajeron. Fue como una especie de película.

O al menos así me sentí yo.

Es que en realidad nunca pensé pasar por un momento así. Es decir, vengo de abajo, de la calle, del barrio, en donde te hacen creer que el hecho de tener un tonteo con alguien no es sinónimo de amor. Y la verdad que mis sentimientos estaban tan estropeados que nunca me creí merecer algo así.

Ahora solo estaban los brazos de Bayron sobre mi cintura. En un movimiento preciso y lento también lo rodee, me pegué contra su pecho y suspiré.

—Terca—dijo Bayron. Reí sobre su pecho.

—Langaruto.

Y es que ya no me salían palabras a la defensiva.

Bandidos. Où les histoires vivent. Découvrez maintenant