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Voy subiendo las gradas cuando el celular vibra en mi bolsillo. Lo saco rápidamente deteniendome en un escalón, ruedo los ojos y sin querer se me escapa una sonrisa cuando veo el nombre "Mi amor" alumbrar en la pantalla.

—¿Qué quieres, Bayron?

—Ya te extraño.

Río sin ganas, paso una mano por mi cabello y subo las últimas gradas para pisar el terreno de mi apartamento. Camino hacia la puerta.

—Pero si hace dos minutos nos despedimos—digo sacando las llaves del bolsillo, la pongo en la entrada y la volteo. Respiro profundo sintiendo el rico olor de mi apartamento. Cierro la puerta atrás mío y me recuesto en la puerta.

—Pero ya siento la necesidad de volverte a ver.

—Deja la labia, langaruto—ruedo los ojos y lo escucho reír por lo bajo. La línea se queda una rato en silencio pero no es incómodo, antes me da oportunidad para sacar una cerveza de mi nevera.

Como siempre camino hacia al balcón, mi vista está al frente pero me resalto cuando noto una sombra y una moto afuera de los apartamentos. Bajo mi vista y efectivamente lo veo montado en su moto todavía observando a mi ventana, con su celular en él oído y la mano sosteniendolo.

Entrecierro los ojos a su dirección. Él me sonríe de lado y juro que los rayos del sol en su cara lo hacen ver más sexy.

Nunca se fue, estaba ahí.

—Estúpido langaruto, ¿no te cansas de ser tan insoportable?

—Auch—se hace el dolido. —Me estoy congelando con tu frialdad.

—¿Qué haces acá todavía?—sigo hablando, sosteniendo su mirada. Él se apoya en la moto y aprovecho para vogarme un poco de la cerveza.

—Quería asegurarme que llegaras bien a casa.

—Pero si me viste subir la gradas, ¿qué mal me podía pasar en el pasillo?

—En el mundo estamos y no se sabe, flaca—trago grueso y alzo una ceja.
— Pero gracias a Dios no pasó nada.

—Gracias a Dios—vogo lo último de la cerveza en mi boca. — Gracias por preocuparte, langaruto.

Él suspira y solo se queda viéndome desde abajo.

—Ya te puedes ir.

—Rancia—dice mirándome mal.

—Tu culo—él ríe y me repara con lentitud.

—¿Vendrás esta noche?—alzo las cejas, niego con la cabeza y tuerzo mis labios—oh, perdón, así no era. Mejor: vengo a recogerte en la noche.

—No tienes por qué decidir por mí.

Él hace pucheros porque lo noto desde mi balcón.

—No funcionó lo que vi en Facebook de que "a ellas les gusta la determinación, que seas puntual en lo que dices, que no les preguntes y mejor las sorprendas decidiendo"

Lo miro burlona.

—Mala esa, langaruto—respondo.

Escucho su respiración pero no habla. Por un momento siento pena y quiero invitarlo a pasar pero recuerdo que es la tentación en persona y puedo caer de nuevo, terminando lo que nunca empezó en su casa hace un rato.

—¿Por qué te pusiste "Mi amor" en mi celular?—pregunto con un poco de rabia.

Él ríe.
—Déjalo así.

Bandidos. Where stories live. Discover now