[6]

12 1 0
                                    

—¡Maldito perro!—le grito, él me mira sonriendo mientras le pone candado a la puerta y cierra con llave.

—Supongamos que esto es un castigo por tu mal comportamiento—él me mira burlón desde la distancia y por último antes de irse, asoma su cabeza, me pica el ojo y sacude su mano. Cierra y me deja en la oscuridad. Me encerró.

Bufo con rabia y me quedo sentada mirando en mis muñecas las esposas. Me intento zafar pero me termino lastimando los brazos y se alcanza a ver una marca rojiza.

Esto no se queda así.

Bayron.

Me recuesto en el asiento del sillón. Pongo mi nuca en la cabezera, la cabeza me queda colgando. Suspiro y paso las manos por mis ojos.

Es agotador tener que lidiar con muchachas tan necias y desorientadas como lo es la flaca. Dejo las manos en mis piernas y estoy justamente mirando al techo de esta oficina. Me quedo pensando, ¿qué querrá ella?

A ver, yo sé que soy un patán y un gamin de mierda cuando me lo propongo, pero tampoco soy tan hijueputa para no sentirme mal por haber dejado a la flaca encerrada en esa oscuridad. Yo sé que ella se las va a ingeniear. Lo poco que he estado con ella he notado que es astuta y no se deja de nadie, así que voy a esperar ella que hace al respecto.

En mis pensamientos se hace presente los insultos y gritos de ella hacia mí y no puedo evitar sonreír. Ahora estoy aquí sentado en esta soledad riéndome fuertemente gracias a ella. O gracias a su vocabulario.

Paro la risa cuando escucho pasos acercándose. Volteo el sillón corredizo y me encuentro con

—¡Nada más y nada menos que mi chica!

—¡Tu chica, tu todo mi amor! Que no se te olvide—ella se acerca sonriente y menea sus caderas. Me abraza, yo me levanto y la cargo mientras le doy vueltas. Ella ríe. La vuelvo a dejar en el piso y ella me pega un puño en el abdomen.

—¿Cómo has estado?—pregunto pegándola más a mí, dejo las manos en sus nalgas.

—Bien. ¡Llegué más bella que nunca! ¿No lo notas?—me separo y la repaso de piez a cabeza. Empecemos por sus tacones, altos y rojos, vestido rojo demasiado corto y escotado en la parte superior, dejando a la vista su tatuaje de flor en la mitad de los senos. Llego a su cara. Ojos cafés, nariz respingada pero fina, pecas por sus cachetes, labios gruesos. Y pelo color café rojizo. Un color anormal para su estilo pero le queda muy bien.

—¿Cabello?—ella asiente emocionada y tocandoselo. Antes lo tenía rojo completamente rojo.

—Te queda bien—la pego a mí y me acerco a sus labios. —¿A ti qué no te queda bien?

Ella corta la distancia y me da un beso corto.
—Gracias mi amor. Pero no puedo estar más aquí, debo hacer unas compras, ¿me acompañas?

—No—hago una mueca con mis labios indicándole que no. —Andá vos.

Ella frunce sus labios hacia abajo fingiendo tristeza.

—Bueno entonces me voy, juicioso ¿no?—se acerca y me da otro beso corto. Asiento y ella se voltea, le doy una nalgada y empieza a caminar fuera de mi vista.

Saco de mi cajón el ron y sirvo el primer trago. Lo ansío, necesito de esto.

Dirigo mi mirada por donde desaparece. Ella es una amiga, bueno, se puede decir que una amiga con derechos. O tal vez tenemos una relación demasiado abierta. Ella por su lado y yo por el mío, pero cada sábado nos vemos para hacer cositas y muchas cosas más.

Bandidos. Where stories live. Discover now