[36]

7 1 0
                                    

Mis ojos se abrieron con cautela, mi pecho subía y bajaba y mi respiración era entrecortada. Apenas había recuperado la conciencia, mis ojos repararon todo el lugar con calma y mis labios temblaban por el miedo de no saber dónde me encontraba.

Me incorporé en un movimiento brusco y desesperante. Cuando quise mover mis manos supe que mis muñecas estaban atadas a una tosca cuerda y no podía mover absolutamente nada. Mis ojos picaron. Intenté gritar pero simplemente la voz no me daba.

Respiraba con desesperación, todo a mi alrededor estaba completamente oscuro y olía muy feo. Me moví con insistencia intentando soltarme de las cuerdas pero era imposible. Pateé con impotencia y es cuando escuché una risa.

Una malévola y asquerosa risa.

Inmediatamente miré a todo lados, pero era imposible ver quién había sido. Claro estaba que no estaba sola.

—Ay—un suspiro emocionado y burlón se abrió paso en el oscuro salón. —Como es la vida, ¿no?—preguntó el tipo. Entre la oscuridad vi que alguien se levantaba de un asiento que antes ni siquiera había visto y daba pasos hacia mí. Fue cuando noté que no pudo seguir acercándose gracias a la rejas que me rodeaban. Estaba encerrada. —¿Quién iba a imaginar que estarías a escasos centímetros míos ahora? Tan indefensa que me calienta—saboreó las palabras y casi me vomito. No sé si era por el bebé o por la repugnancia que me causaba su voz.

>>—Mírate—se rió. —Te dije que estarías conmigo y que iba a hacer lo posible por conseguirte, por estar entre tus brazos, por que tú fueras mía y dejaras esa porquería que tienes afuera—supe que se refiría a Bayron por el tono despectivo que utilizó. —Aunque en parte le agradezco, si no fuera por él no te hubiera conocido—suspiré, intentando alejarme. —Porque desde que te vi llegar con él a esa reunión, supe que tenías que ser mía. Fuiste mi próximo objetivo a cumplir y ahora te tengo. Porque todo lo que me propongo lo cumplo. Y tú no fuiste la excepción, mujer—dijo algo más en otro idioma que por obviedad no entendí.

Está bien. Ya sabía quién era. Eso me pasa por no haberlo matado bien. Supongo que me tenía que atener a las consecuencias.

—¿Y muy chistosita dandotelas de asesina?—casi sentí su respiración en mi piel. Me alejé bruscamente pero la oscuridad no me ayudaba a verlo.
—Pues me presento, soy al que alguna vez le clavaste un cuchillo de restaurante en el cuello. Pero para tu desgracia, niñita ingenua, tengo más vidas que un gato.

Cerré los ojos creyendo que todo eso era una pesadilla. No quise ver la realidad en ese momento, no cuando tenía una vida por la cual cuidar dentro de mí. No ahora, ni ahí.

—¿Por qué no hablas?—preguntó y suspiré con rabia. Pudiera hacerlo todo sería más fácil. —¿Se te comieron la lengua los ratones? ¿O tienes miedo?—se burló. Su asquerosa voz y ese sonido no eran lo mejor para mí. —¿Tienes miedo de mí, querida futura esposa?

Me reí.

Supuse que él no me había escuchado, pero no me quedaba más remedio que reírme de ese estúpido e inalcanzable chiste. Ingenuo.

—Porque lo serás—siguió. —Te quiero solo para mí. Únicamente para mí, solamente mía.

Tragué grueso.

—Tu belleza es peligrosa y eso atrae—suspiró. —Tu belleza es todo lo que necesito, te necesito para mí.

La belleza se había vuelto mi maldición cuando los tipos de mi barrio me decían morbosidades, cuando casi fui violada. La belleza me había pasado una mala jugada desde siempre.

—En este preciso momento ya estás declarada como mi mujer, mi esposa—negué con la cabeza. —Te daré la vida que mereces, Ma reine—dijo otra vez la misma mierda en otro idioma.

Bandidos. Where stories live. Discover now