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—PA ARRIBA , PA ABAJO, PAL CENTRO Y ¡¡PA ADENTROOO!!—grito e inmediatamente me vogo el trago con una sed tremenda y unas ganas inmensas de emborracharme hoy.

No es un día especial, no es mi cumpleaños, no es navidad, no es año nuevo, ni mucho menos fincho, simplemente quiero emborracharme.
 
Empiezo a mover mis caderas mientras muevo mi cabello de un lado a otro, dejándome llevar por la buena música y disfrutando el momento.

Mientras bailo y canto a todo pulmón, alzo la copa de aguardiente.

—¡¡¡UHHHHHHHHHHH!!!

Mi garganta no da más. Pero siento la necesidad de gritar y cantar. Nadie y ni siquiera mi garganta, me va a impedir no disfrutar.

—¿Se puede saber qué estamos celebrando?—Stiven llega y se sienta en los muebles mientras coge una botella de ron.

—¿Qué pasa? ¿Y es que tiene que haber algo especial para celebrar? ¡La vida se disfruta mientras se pueda!, ¿cierto, mamasita?— Adrián se me para atrás bailando.

—Obvio huevon, me extraña araña que siendo mosca no conozcas.

La música cada vez suena más alta y el aguardiente empieza a hacer efecto en mí. Veo doble.

Stiven.

Me encanta verla así. Toda loca como siempre, bailando, alzando sus brazos, moviendo su cabello de un lado a otro, saltando, gritando, cantando. Siendo atrevida.

Me recuesto mejor en el mueble y la detallo de piez a cabeza. Vestido negro apretado y extremadamente cortico. Botas en tacón largas que le llegan hasta la rodilla. Su cabello negro largo pegado a su cara y con una sonrisa inmensa. Me encanta que a pesar de su vida, ella sonríe. Porque está loca y puede aguantar cuanta mierda se le atraviese. Porque para soportar tanta mierda hay que estar locos. Muy locos. Como ella.

Seguramente se da cuenta de mi intensa mirada porque mientras baila con Adrián me lanza una mirada fugaz, me sonríe atrevida y me pica el ojo. Yo le sonrío y ella se me acerca. Me tiende la mano con esa sonrisa matadora y me invita a bailar.

La pego a mí, ella se separa, se voltea y baila restregandome su culo en mi jean. O mejor dicho, en el centro del jean. Empieza a menearse y hacer una especie de twerking. Yo sonrío y la cojo de la cintura. Vuelve a su lugar bajando seductora y lentamente para después levantarse, empezando a caminar lejos de mí. Me deja aquí parado. Literal. Yo extrañado miro como se va, ella voltea su cara y con sus ojos de gata me mira, en su boca se le forma una sonrisa atrevida.

Atrevida. No hay mejor palabra para describirla a ella.

Encojo mis hombros y voy directo al mueble para sentarme como hace unos minutos.

Desde aquí no dejo de mirarla. La veo caminar hacia al grupito de lacras que están arrinconados tomando y hasta drogandose. Están en círculo, ella llega y lo abren para que se integre. Sirven seguramente aguardiente, hasta que los veo como chocan los vasitos chiquitos y se los toman. Todos hacen eso, pero ella es la única que se ve bien haciéndolo. Ella es la única que resalta. Siempre lo ha hecho. Su mirada se ve perdida, las luces de distintos colores se reflejan en su cara y hacen contraste con los tatuajes de sus brazos. Hace ver sus ojos más felinos, su sonrisa más inmensa y su cabello más llamativo. Alza los brazos sosteniendo la copita en su mano y llevándola hasta el cielo, — como diría ella. Menea sus caderas y sonríe. Sonríe. Sonríe siempre. A pesar de todo. Por eso la admiro. Porque aunque esté completamente jodida y loca, sonríe. Hay que estar muy zafados de tornillos en el coco para reír a pesar de todo lo que a ella le ha tocado vivir.

Introduzco el ron en mi boca mientras la sigo mirando desde aquí.

—Vos qué—se sienta a mí lado Daniel. Sus ojos están rojos.

Bandidos. Where stories live. Discover now