[16]

9 1 0
                                    

Me detengo estática cuando escucho varias personas en la oficina de Bayron. Escucho voces y algunas risas. Asomo media cabeza por el marco de la puerta para chismosear y atenerme a qué debo enfrentarme en esa ratonera. Veo a los mismos hombres que estaban en ese bar que me llevó una vez Bayron. ¿Así que ya los sacó de la cárcel? Algo que hay que aceptar (pero nunca en voz alta) es que Bayron es ágil y productivo en sus vueltas. No pierde tiempo.

Entro con mi porte y caminao seguro haciendo resonar mis zapatillas. Los tres inmediatamente alzan la cabeza y me miran. Seis ojos apuntando a mí. Por supuesto que mientras camino siento la mirada sin pudor del moreno, el otro es más reservado pero sin embargo veo como se le desvían los ojos recorriendome toda. 

—Flaca, te estaba esperando—comenta Bayron mirándome.

Camino y me siento en la silla de su lado. Ya sentada, pregunto:
—¿Ah sí? ¿Así de importante soy?

—Más que importante…—se le sale al moreno embobado mirando mis piernas.

—Niche—el nombramiento de Bayron parece sacarlo de su embrujo. Él carraspea y de un momento a otro, me deja de mirar. Pone su mirada en Bayron que lo mira serio. —¿Cómo te fue, flaca?—me mira.

—Bien, bien—asiento. Él asiente. Ahora que lo detallo mejor, tiene una camisa gris manga corta apretada, en la que se marcan sus pectorales por la suave tela, sus brazos se ven marcados y fuertes. Tiene una sudadera que queda holgada a sus piernas. No sé porqué me voy para su cara pero lo primero que miro son sus labios, están rojos, entreabiertos y carnudos, estos parecen mojados. La barba cubre su rica boca formada en candado. Sus cejas son gruesas y en sus ojos se esconde el puto misterio, tiene una mirada que hace mojar, hay que aceptarlo.

Me concentro en su boca que en esos momentos se abre pronunciando algo, no sé si me habla a mí o a los hombres del frente.

—Bueno, ¿de qué estábamos hablando?—cuando me concentro, escucho la voz ronca de Bayron. Doy gracias que no me estaba hablando a mí y que por supuesto, no se dio cuenta que lo miraba mientras me lo devoraba en mi mente.

—Te estaba agredeciendo por traernos a tu bodega y sacarnos de esa mierda de cárcel—continúa Niche. Su voz es profunda y poco común, tiene un acento extraño y mezclado.

—De verdad, no sabemos cómo agrederle—se une el otro. Este tiene un acento reconocidamente Colombiano, de la costa.

Bayron hace un sonido de no importancia. Relajado como él solo.
—Era lo mínimo que podía hacer. Aunque no se quedarán en este garaje.

Ellos se miran confundidos. Bueno, ¿y yo qué tengo que ver en esta papa? No sé que hago sentada aquí. Debería irme. Un botoncito pequeño me alumbra la mente. Escuchalos, puede servirte para tú plan. Asiento como obendeciendola. Cierto.

—Vamos a la finca que tengo a las afueras de Medellín, allí se quedarán y de una vez me doy un paseo para ver cómo van mis cosas.

Bayron cada vez me sorprende más. Así que tiene una finca... es propio y dueño de una finca. No me lo esperaba.

—No pueden correr el riesgo de ser vistos por los tombos. Por el momento allá estarán seguros, al menos hasta que la marea baje. Mañana a primera hora nos vamos, por hoy se quedan aquí.

—Listo.

—Vayan y acomodense en la habitaciones de huéspedes. Suben las escaleras y al fondo.

—Pensé que ese era el baño—Niche se levanta de la silla. Nosotros lo miramos sin entender a qué se refirió —¿Esa no es siempre la indicación que dan en las películas cuando alguien quiere ir al baño?

Bandidos. Where stories live. Discover now