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No sé cuanto tiempo llevamos viajando, empiezo a desesperarme. Miro a mi lado que está Bayron arrinconado en el asiento amoblado pegado a la ventana, él mira por ella y parece pensativo. Al frente está Iván, que en cambio, está con los brazos en su nuca y podría decir que se siente cómodo. Su postura de relajado lo dice todo.

Me digo a mí misma que no empiece a hacer preguntas bobas, no puedo hacer visible mi desconfianza por estos aparatos y también por estos estúpidos. Me siento como rodeada de cazadores, yo siendo la presa. Pero así y todo, me niego a dejar que noten mis puntos bajos.

Suspiro dejando las manos en los costados del amoblado, es muy cómodo pero eso no quita mi desespero de estar tanto tiempo sentada, o tal vez ha sido poquito, pero mis ansias son mayores cuando nadie habla.

Siento algunas movidas fuertes del Jet, suspiro y recuesto mi cabeza observando la ventana. Montañas en miniatura, todo se ve muy chiquito desde acá arriba. Parecemos gigantes. Noto que poco a poco los árboles se ven mas cerca y movidos. Estamos aterrizando.

Bayron desabrocha su cinturón, lo sigue Iván y pues por obviedad, lo hago yo.

—Creo que tengo el culo entumido—digo levantándome del asiento.

Bayron alza sus brazos levantando un poco su camisa y estirándose, sacando las yucas retenidas en su cuerpo.

—Mi culo se aplastó—dice Iván mirándoselo, lo cual me hace sonreír.

—En cambio el mío está ardiente y sexy como siempre—ruedo los ojos al comentario de Bayron. Eso si no da risa.

Después de que Bayron se sacara sus yucas e Iván se mirara su culo que según él quedó aplastado, nos dirigimos hacia la mesa café, cada uno se sienta en su propio amoblado.

Bayron quedó enfrente mío e Iván a lo diagonal. Nos miramos entre todos, Bayron suspira.

—¡Estamos en México!—exclama fingiendo alegría.—País en donde vamos a hacer de las nuestras, ¡a matar a los que lo merecen!

—¿Y entonces qué esperamos? ¿Por qué no salimos de una perra vez y vamos por todos los muñecos que necesitamos quebrar?

Bayron me mira asintiendo.
—Calmada, flaca. Yo sé lo que hago, todavía no es el momento.

Suspiro alzando las cejas, Bayron voltea la cabeza y mira hacia la puerta en dónde salió el señor Jonas hace un rato.

—¿Será que ese cucho se paleteó?—arruga sus cejas. —¿Por qué no sale?

Iván se levanta y abre la puerta rápidamente, parece calmarse cuando Jonas se asoma y sonríe.

—No se van a librar de este viejo tan rápido.

—Que susto—exclama Iván haciéndose a un lado para dejarlo pasar.

El viejo Jonas camina hacia nosotos y se sienta en el asiento que estaba vacío, ahora lo ocupa él. El señor tiene unas cuantas canas y sus arrugas se pronuncian más que todo debajo de sus ojos.

—Bueno, como se los dije desde un principio cuando me pidieron que averiguara la ubicación de Sebastián y ese Niche grandulón, ya la sé. Se dónde están—Bayron asiente, Iván igual. El señor me mira—Y también sé donde pueden encontrar los muñecos, con ellos pueden desquitarse con pepazos directos a la cabeza.

Saca de su bolsillo un papel grande  extendiendolo sobre la mesa. Es un mapa.

—La estructura de la casa en donde los pueden encontrar, ah, y también sus habitaciones, en donde probablemente deben estar justamente cuando ustedes entren.

Bandidos. Where stories live. Discover now