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—Este lugar es como no sé—dije sin que me salieran las palabras. Bayron, sentado al lado mío apreciando la misma vista, me miró burlón.

—De acuerdo contigo—señaló. —Este lugar es como no sé.

Reí negando con la cabeza. Él rió después de mí.

Estábamos tan cansados que quisimos después mirar hacia la nada, o tal vez hacia lo todo. Pues un mar y una vista tan perfecta lo era todo.

—¿Te gusta, flaca?—preguntó seguramente al ver mis ojos brillar.

Alcé las cejas.
—La palabra gustar se quedaría corta—él asintió, alzando su mano y regando cerveza en su boca. Sentí la necesidad de seguir. —Además estoy en Europa. Era el contienente ideal de mi hermanito.

Él puso toda su atención en mí.

Creí que hasta depronto iba a soltar algo motivador, pero cuando lo dijo no pude estar más de acuerdo.

—Pienso que la vida a veces es una mierda con gente que no lo merece.

Asentí, alzando la cerveza y también tomándola. Como si se aproximara el mejor tema de conversación.

—Hemos sido unos desdichados—comenté, siguiendo su idea.

—Caóticos y luchadores en un mundo de guerra—siguió.

—Creo que deberías ser poeta—cambié. Él me miró y la curvatura de su labio se alzó. —Tienes algún don por ahí metido.

Todavía con su sonrisa tomó otro sorbo de cerveza, cuando la bajó me miró.

—Cualquiera lo hace si tiene una musa—dijo y supe exactamente a lo que se refería.

—Me voy a sonrojar—fingí dulzura y él rió.

Pasó un momento en silencio, ambos tomando de nuestra cerveza, hasta que volvió a hablar.

—¿Sabés algo, flaca?—soltó y no sé porqué presentí que me tenía que acomodar para escuchar bien lo que sea que se viniera. Estaba sentado mirando hacia el mar—Desde chiquito fui muy rebelde. Y es por eso que mi papá me odiaba, odiaba que le llevara la contraria, odiaba que no me pudiera manejar y controlar a su antojo. Le quedó grande cuidarme.

Sonrió sin gracia, negó con la cabeza y sentí su aura de melancolía.

—Supongo que no nací para ser mandado ni controlado por nadie. Él era un maldito alcohólico—bufó.
—Y yo no quería seguir a un maldito alcohólico. Sus principios eran fatales, tuve que pasar por mucha mierda por su falta de conocimiento sobre ser un verdadero papá. Como una de ellas fue no comer porque él se lo gastaba en trago—apretó su mandíbula.
—Pasaba muchas horas solo porque él no venía al cuchitril de mierda en el que me hacía vivir.

>>—¿sabés qué me decía? Que yo no servía para nada. Solo porque no era capaz de salir a buscar para su puto alcohol. Me pegaba, me decía un montón de mierda que un niño de seis años no era capaz de escuchar—negaba con la cabeza en repetidas ocasiones.
—Me echaba la culpa de que mi mamá se hubiera ido, me llegó a decir que un día no iba a volver porque no le interesaba, que yo era la maldita causa de todos sus problemas y que solo estorbaba.

Me acerqué un poco, queriendo acurrucarlo pero se veía tan serio que esperé a que terminara. Vogó de su cerveza.

—Crecí sintiendo su desprecio y sus ataques compulsivos de loco maniático. Cuando llegaba borracho me estallaba la cabeza contra la pared, me quemaba con cigarrillo y me cortó la ceja con un cuchillo—señaló su ceja y ahora toda mi vista estaba ahí. Negué con la cabeza al ver esa pequeña cicatriz. —Nunca quise ser como él. Eso lo sabía. Pero mientras tocaba aguantarme, ¿por qué? Porque desgraciadamente no tenía a dónde ir, y estaba tan acostumbrado al dolor que era preferible aguantar esa mierda que dormir con frío en la calle—rió sin gracia. —Creo que hasta eso hubiera sido mejor.

Bandidos. Where stories live. Discover now