[27]

4 1 0
                                    

—¡Mierda, Stiven!—grito viéndolo convulsionar, su cuerpo se mueve cada vez más rápido y me hace cerrar los ojos con desespero—¡Stiven!—lo llamo queriendo que reaccione. Paso una mano por mi cara y me levanto rápidamente cogiendo el celular.

>>—Aló, una emergencia por favor. Carrera Novena, barrio Los Andes, dirección....—termino de pronunciar muy rapido con mi corazón latiendo a mil.

Ya vamos para allá, no intente hacer nada—dice el hombre y cuelga. Unas cuantas lágrimas caen por mis mejillas y grito.

Cierro los ojos moviendo mi pie intensamente. Suspiro tratando de calmarme pero no puedo, no cuando la ambulancia es una puta demora y mi hermano se está muriendo.

Gracias a la mierda de pelea que tuve con Bayron, pude llegar a tiempo. Cuando abrí la puerta él estaba convulsionando y botando baba por la boca. Sollozo mientras doy una calada a mi cigarrillo. Escucho la alarma y rápidamente me azomo al balcón. Son ellos, traen una camilla e inmediatamente abro la puerta dándoles entrada.

Una mujer joven se agacha con una inyección y aplica algo, inmediatamente el cuerpo de Stiven deja de moverse.

—No sea desconsiderada, mujer, bote eso ya. Puede afectar los pulmones del hombre—la mirada y el tono regañon de un enfermero me hace sentir estúpida. Voy hacia el balcón, lo piso y lo tiro.

—¡Rápido señores, se nos está muriendo!—grita la misma mujer y mi corazón se parte más. Estos lo suben a la camilla saliendo por la puerta rápidamente.

Cierro la puerta del apartamento y salgo detrás. Ellos corren con el pesado cuerpo de Stiven sobre la camilla y lo suben a la ambulancia. Rápidamente me subo atrás, arrancan y veo a la mujer ponerle la máscara de oxígeno a Stiven.

—Tranquilicese que todo va a estar bien. Confíe en nuestro trabajo—dice la mujer. Lloro peor y niego con la cabeza, no resistiendo ver la imagen de Stiven necesitando de una puta máscara de oxígeno y sus ojos cerraditos.

—Prometanme que no lo dejarán morir—digo en medio del llanto.

—Solo tiene sus signos vitales descontrolados, haremos lo posible.

Lloro más insatisfecha por sus palabras. Él tiene que salir de esto. Él tiene que levantarse de esa puta camilla y decirme con una sonrisa: aquí estoy, hermanita. La vida no se me puede llevar a mi segundo hermano.

[...]

—Él ha tenido una sobredosis, en los exámenes encontramos su organismo lleno de heroína. Tomó más de la cuenta y eso causó su convulsión. Ya está estable, puede hablarle y esperar a que despierte—la mujer me sonríe y sale por la puerta.  Succiono los mocos y paso mi dedo por las mejillas, secando las lágrimas. Está acosado sobre una camilla más grande, afortunadamente ya está sin esa puta mascarilla, sus ojos siguen cerrados haciendo resaltar esas largas pestañas que siempre le he admirado.

—Parcero...—sonrío todavía con lágrimas en los ojos, mi voz un poco quebrada y mis dedos tocando sus mejillas. —Perdóname—mi voz se quiebra peor y solo se escucha mi llanto. No puedo pronunciar ni una sola palabra. Respiro tratando de recuperar mi impulso pero verlo ahí me jode. —He sido una estúpida, una muy mala parcera y no te he cuidado de tus putos decaimientos. No podés volver ahí, no podés volver a caer. Ya te recuperaste, no podés acabar con lo que ya lograste—niego con la cabeza y me acuesto en su pecho. —Me hacés el favor y te levantás de ahí, me decís que esto es una puta broma y que estarás conmigo siempre. Siendo mi protector—cierro los ojos, sintiendo su calor y lo abrazo más fuerte. Atraigo sus brazos a mi espalda. —Yo te adoro.

Lloro con mucha fuerza y es cuando siento una mano acariciar mi cabello. Quedo estupefacta y me separo inmediatamente, lo veo sonreír débilmente con sus ojos un poco entrecerrados.

Bandidos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora