[5]

14 1 0
                                    

Stiven.

Esta jodida espera me está matando.
Todavía no puedo creer cómo dejé a Kenda allá sola con ese malnacido. ¿Cómo la dejé ahí expuesta a tantas cosas? Y sobre todo con un man que da mala espina desde que lo ves. Mierda, lo dejé con un monstruo.

Juro que si le llega a pasar algo, me muero. Todo sería por mi puta culpa. Por dejarla allá que me defendiera y me soltaran. Gracias a ella estoy aquí, en un puto balcón mirando hacia la nada y a la vez pensando en todo. Gracias a ella estoy acá afuera. Libre. No retenido. Todo gracias a esa preciosura que no deja de sorprenderme. Pero que no voy a perdonarme jamás si le pasa algo.

Igual no hay tanto de qué preocuparme. Yo confío en ella, y aunque no esté de acuerdo que se haya quedado con ese gurre, sé que es muy astuta. Que va a salirse con la suya. Ella no es ninguna niña jugando a ser mala, y sé que no se la va a dejar fácil.

Pero no puedo evitar preocuparme. Ya ha pasado una semana, una puta semana en que no la veo y me pongo mal, esto me tiene mal. La necesito. Todos acá en este barrio la necesitan. Hace mucha falta. Ni una llamada, ni un mensaje, no se reporta. Y eso me hace mal.

Entro a la sala y me recuesto en el mueble mientras me fumo un porro.

Bayron.

—Hoy estás más linda que nunca—le doy la vuelta y ella sonríe.

—Lo sé—me encanta su seguridad. Desliza las manos por su cintura hasta que llega al tiro de su falda. En la parte superior lleva un body negro muy escotado que deja ver un poco sus preciosas tetas. Y una falda extremadamente cortica, dorada con lentejuelas brillantes. Sus largas y bonitas piernas resaltan entre tanto. Y por último miro sus pies, unos altos tacones negros. Sonrío asintiendo con aprobación y mi mirada va a sus ojos. Tienen ese brillo de gata que la caracteriza y esa sonrisa maliciosa que la repesenta. Está como quiere.

Suspiro mientras me le acerco. Agarro su cintura y ella se queda quieta. Mirándome con un toque de coqueteo.

Estoy dispuesto a darle un beso pero interrumpe Iván, entrando por la puerta y acercándose a nosotros. Mira a Kenda con fijeza y después pasa a mí.

—Está todo listo. Ya podemos irnos.

Asiento y él sale desapareciendo de nuestra vista. Vuelvo a mirarla y cuando quiero besarla ella se separa y camina detrás de Iván. Suspiro y niego con la cabeza mientras sonrío embobado.

Ya cuando llegamos a la salida siento el aire fresco chocar con mi cara. Veo el clima, una noche fría y con ese aroma de rumba. Me subo a la camioneta negra en la que ya está la flaca sentada y mirando por la ventana. Ignorando por completo que ya me subí y que estoy al lado de ella. Se sube Iván en el asiento delantero y hace de chofer. La prende y salimos despavoridos dejando atrás la oficina que ha sido testiga de todo lo que ha pasado esta semana con la flaca.

Ella sigue mirando por la ventana. Su cabello resaltando y sus piernas dobladas me hacen dirigir la mirada ahí. No quiero verme como un intenso de mierda así que la dejo de mirar y me dispongo a mirar también por la ventana de mi lado. Sé que ella no está feliz aquí. ¿Pero entonces porqué me lo propuso?

Estos días le he comprado la ropa que ha querido. Todo se lo he dado a pesar de que no es merecedora de eso por todo lo que ha hecho, y lo único que recibo por parte de ella son desprecios y desaires. Es muy difícil. Y no puedo negar que eso me pone demasiado cachondo.

—Listo—avisa Iván, yo abro la puerta para bajarme. Ella abre la otra y se baja sin dejar que yo le ayude a pesar de sus altos tacones. Da la vuelta a la camioneta y se para a mi lado. Yo cierro la puerta y veo como Iván arranca y se va. La enfrento y ella me mira curiosa. Me hace un gesto para que entremos y asiento. Cuando la pienso agarrar de la mano para irme así con ella, no deja. Se suelta y camina delante de mí robandose mi mirada hacia sus nalgas que se ven mucho mejor por su falda apretada. Sonrío y entro a la discoteca con una muy buena vista.

Bandidos. Where stories live. Discover now