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Después de despedirnos del costeño y del Niche, el chirrido de llantas abre paso para emprender camino hacia la bodega. Me confunde la actitud de Iván, ahora parecía lanzando llamas por todo su cuerpo y en estos momentos ríe normal con Bayron como si nada.

Definitivamente esa gente con pene es muy rara.

Estoy en la parte trasera de la camioneta escuchándolos reírse y hablar sobre todo, hablan de lo más mínimo hasta lo máximo. Creo que sus temas de conversación nunca terminan, encuentran de que hablar hasta del perro y del gato. Son un par de viejas chismosas camufladas en malandros.

El chófer es Bayron, sus manos rodean el timón y sus brazos ejercen presión cada vez que cruzamos las curvas, haciendo que por la fuerza se broten algunas venas en sus brazos.
Mi mirada se queda ahí por un rato, no puedo negar que eso me causa miles de orgasmos visuales.

Tengo la mirada tan centrada ahí que no me doy cuenta ni en qué momento llegamos, solo escucho las puertas abrirse y mi cabeza se levanta rápidamente viendo como bajan este par de estúpidos sin decirme nada.

Abro la puerta y salto, bajando completamente de la camioneta.

Entramos a la bodega y me dispongo a caminar a paso rápido a mi habitación.

Esto ya me está hartando, la misma situación ya me la pela, necesito salir de este lugar sea como sea.

Stiven.

—¿Ya está todo listo?—pregunto observando como todos se montan en sus motos. Va una chorrera de motos tras mío como si fuese una caravana, pero no, no es ninguna puta caravana, es una banda de malandros cansados de no tener una respuesta concisa, manes que van en busca de guerra.

—Todo listo—responde Adrián y los demás asienten.

—A por Bayron y su manada de maricas—digo. Ellos afirman con las cabezas y con un solo gesto que hago, los motores escandalosos se encienden y arrancamos a una velocidad máxima.

El viento recorre mi cuerpo, el casco que tengo oculta mi cara de culo, mi cuerpo empieza a sentir una adrenalina incontrolable, mis manos ejercen fuerza y las muñecas se voltean en los costados de la moto. En mi interior se mezclan miles de emociones y sensaciones, la ira, la desesperación, la ansiedad, y un montón de más cosas que no logro describir ni con putas palabras. Pero sí tengo algo muy claro, quiero muerte, quiero sangre, quiero venganza. Estoy aburrido de la misma mierda, ya no soporto ver a Kenda fuera de la casa, no cuando sé que está rodeado de lobos que buscan cazar a su presa, no cuando está en manos de una mierda como lo es Bayron. No.

Dije que me iba a contener, dije que iba a esperar qué pasaba, pero ya no aguanto más.

El viento choca con mucha potencia en mi cara, mi respiración es agitada y solo veo neblina en mis ojos. Pero el sonido de un celular me hace bajarle a la velocidad y caer en la realidad.

En mi bolsillo vibra algo con desesperación. Detengo la moto y saco rápidamente el celular. Número desconocido.

Sin pensarlo contesto, escucho las demás motos detenerse y algunos me miran sin entender nada.

Bombón—escucho la voz de Nix, me devuelve el alma al cuerpo.

—Mi amor—susurro pegando mucho más el celular a mi oído. La algarabía de la calle no me deja apreciar esa voz que tanto me cura.

Estoy cansada—no sé si es cosa mía pero noto su voz quebrarse. Mis sentidos se alertan y vuelvo a prender la moto como si de ello dependiese mi vida.

—Vos relájate, belleza, que ya no tendrás que aguantar más mierda—volteo la muñeca en repetidas ocasiones hasta que la moto está dispuesta a arrancar.

Bandidos. Where stories live. Discover now