CAPÍTULO 3

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INSOLENTE
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Leanne

No puedo evitar soltar una risita al verlo allí, con su traje de siempre e irradiando elegancia como siempre. Lo extrañé mucho.

Por inercia, avanzo hacia él con rapidez y lo abrazo. 

—Fratello. 

—Sorella —murmura antes de estrecharme con sus brazos—, te ves distinta. 

—¿Eso es bueno o malo? —interrogo mientras me separo un poco de él. 

—Bueno —me hace un gesto y me guía hacia uno de los asientos que se sitúan afuera de la cafetería—. ¿Has estado en Milán? 

—Sí —afirmo mientras ojeo la carta del menú de la cafetería. Siempre me ha gustado All Saints, es una de las mejores cafeterías de la ciudad—. Solo me quedaré en Nueva York por un tiempo, tienes que tomar la oportunidad. 

—Lo haré —esboza una corta sonrisa—. ¿Has visitado a papá? —interroga al cabo de unos segundos. 

—Sí, está rabioso como siempre. 

De tan solo recordar el carácter de Giovanni Vitali, me abstengo a rodar los ojos, pues mi progenitor tiene un gran carácter de mierda cuando se lo propone. Es un hombre mayor, quiero cuidarlo y él siempre me reclama que sabe cómo cuidarse. Es testarudo, pero da todo por su familia. 

—Señorita, señor —una camarera se acerca a nuestra mesa y noto como le echa el ojo a Alexander—. ¿Qué les gustaría tomar? 

—Un té de menta —respondo. 

—Un capuchino —responde mi hermano. 

—Claro —anota algo en su agenda—. ¿Algo de comida? 

—No, así está bien. 

La camarera nos dedica un asentimiento de cabeza antes de retirarse en silencio, dejándonos a solas nuevamente. 

—¿Oíste acerca de la boda de David? —interroga. 

—Sí, quiero matarlo por no haberme dicho antes —admito—. Aun así, estoy feliz por él y Charlotte. ¿Asistirás a la boda? 

—Sí. 

Conocemos a David desde hace mucho tiempo, aún recuerdo cuando mi hermano nos introdujo a ambos; simpatizamos al instante y con los años, la amistad fue reforzándose poco a poco hasta que alcanzamos el mayor nivel posible de confianza. Le tengo mucho aprecio, es la amistad más real que tengo. Hoy en día es complicado encontrar una amistad que sea absolutamente pura. 

»—¿Tú? ¿Asistirás? —interroga. 

—Claro que sí, quiero ver a mi mejor amigo feliz junto con Charlotte. 

La camarera trae nuestras órdenes, dejando mi té de menta sobre la mesa y el capuchino de Alexander para volver a retirarse en silencio. 

No espero ni un segundo para darle un sorbo al té. Me encanta cómo lo preparan en esta cafetería en específico, es una de las pocas en la que disfruto beber del té ya que generalmente no suelo disfrutarlo en otros lugares. 

—¿Cómo va todo? —interroga Alexander mientras le da un sorbo a su capuchino. 

—Bien, ¿y tú? ¿Cómo va tu carrera? 

—Muy bien, por suerte. 

Conversamos durante un par de minutos hasta que ya es tiempo de irnos, pago la cuenta a pesar de que él se opone y luego, me acompaña hasta mi edificio a pie. Una vez nos encontramos frente a la estancia en la que estoy hospedándome, nos detenemos justo allí.

Caricias ProhibidasWhere stories live. Discover now