CAPÍTULO 18

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I'VE ALWAYS LIKED TO PLAY WITH FIRE
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Leanne

Las puertas del ascensor se abren y me acerco a la mujer que está allí en la recepción.

—Buenos días, señorita —me saluda y la reconozco al instante. Es Antonella Costa, la mujer que me avisó en el evento que Edward requería de mi presencia.

—Buenos días —devuelvo el saludo—. ¿El señor Haste se encuentra disponible?

—Eh... sí —titubea—, pero debo llamarlo, no le gustan las visitas imprevistas. Deme un segundo por favor. —Alza la mirada—. ¿Podría... recordarme su nombre?

—Leanne Vitali.

Coge el teléfono que por poco se le resbala de las manos y empieza a hablar por teléfono. Mientras tanto, analizo el decorado entorno que nos rodea,m; es de colores cálidos, ventanales, paredes blancas, alfombras y es muy espacioso.

—Señorita. —La voz de Antonella me regresa a la realidad—: El señor Haste exige su presencia ahora. ¿Necesita que la acompañe hacia el despacho del señor?

—No, pero gracias por su atención.

Me dedica una mirada cortés y me encamino hacia la oficina. Toco la puerta tres veces y me deleito con la masculina voz que me pide pasar.

—Adelante.

Abro la puerta, encontrándomelo de frente, con una mano sobre el escritorio y con acribillándome con la mirada azul.

Es una reacción inmediata el humedecerme los labios a medida que cierro la puerta y pongo el pestillo.

—Buongiorno —murmuro.

Doy unos pasos hasta plantarme frente a él, que no me quita la mirada de encima. Pasa una mano por la blusa escotada que llevo encima y el tacto de sus dedos me pone el cuerpo como un volcán a punto de dar erupción.

—Quítatelo —ordena, pasando la mano por el cierre de mi blusa.

—Quítamelo tú, ¿cosa state aspettando? —me muerdo los labios.

Niega con la cabeza.

—Toglilo.

«Toglilo: Quítatelo»

Bajo la mano al cierre de la blusa y el pedazo de tela cae al suelo, exponiendo mis pechos. Me humedezco los labios ante su determinada mirada y en una fracción de segundos me lleva contra el escritorio. Mi cuerpo toma asiento sobre la superficie por inercia y siento como sus manos me recorren el cuerpo.

Me alza el mentón y me obliga abrir la boca, recibiendo el feroz beso que me devora y me pone en llamas. Sube el dobladillo de mi falda y tantea la zona de mis bragas de encaje.

Hace a un lado el trozo de tela que me cubre y ahogo un inevitable gemido que me brota de la garganta.

—Voy a hacer esto hasta que me canse —me toma del mentón.

—¿Y qué te hace pensar que yo no puedo cansarme de ti?

—Repítelo hasta que te lo creas.

Me vuelve a besar, recorriendo mi boca con su lengua de forma fogosa que solo consigue prenderme más y la estimulación de sus dedos me tortura placenteramente, causando estragos en mi sistema y enviando salvajes descargas de placer a mi vientre que no para de cosquillear.

No aguanto. Lo necesito dentro.

Bajo la mano, soltando los botones de la camisa que por debajo reluce los abdominales bien trabajados que se contraen cuando deslizo mi mano hasta llegar a la pretina del pantalón que suelto.

Caricias ProhibidasWhere stories live. Discover now