CAPÍTULO 8

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ARROGANTE
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Leanne

Visualizo a David y por inercia, me levanto de la tumbona mientras Charlotte avanza hacia él, depositándole un beso en los labios.

—¡No puedo creerlo! —exclama Cindy, de forma estruendosa—. ¡David! ¡¿En serio trajiste a Edward de regalo?!

—¿Regalo...? —espeta éste, visiblemente confundido.

—Charlotte me dijo que tú te encargarías del regalo.

—Ah... —Suelta una risita—. Claro, lo había olvidado.

Avanzo hacia David y deposito un beso sobre su mejilla a modo de saludo. Me es imposible saludar al otro imbécil ya que la rubia se le cuelga como si se tratara de un su juguete preferido, pero me importa una mierda, ni que mi vida dependiera de un puto saludo de Edward Haste.

Me regreso a la tumbona, tomando asiento sobre esta. Vuelvo a tomar el malteado al cual le doy un sorbo. Volvemos a quedarnos a solas junto con Charlotte y Cindy ya que el otro par se regresa a sus habitaciones para ponerse sus trajes de baño.

—¿Edward no te agrada? —interroga Charlotte, tomando asiento sobre la tumbona que se sitúa al lado de la mía.

Abro la boca para responder a su pregunta, sin embargo...

—¿Cómo que Edward no te agrada? —interviene Cindy, sonriendo—. ¡Es el hombre más atractivo del mundo!

—No porque sea atractivo significa que tenga que gustarme —digo, mirándola—. La belleza no lo es todo.

—La belleza lo es todo —asegura—. Edward es un gran hombre.

¿Tanto lo conoce? Ni siquiera se ve como el tipo de hombre que socializa con todo el mundo, ¿pero quién soy yo para opinar? Me da igual. Le doy otro sorbo a la malteada, manteniéndome en silencio.

Al par de minutos, Edward y David regresan. Evito mirar al otro sujeto, pero básicamente la tarde se basa en que los demás mantienen una conversación hasta el atardecer.

Cuando ya está anocheciendo un poco más, me levanto de la tumbona, excusándome con los demás, diciendo que me encuentro sedienta y me dirijo hacia la barra que se encuentra aquí afuera. Tomo asiento sobre uno de los taburetes y el barman se acerca a mí.

—¿Qué desea, señorita? —interroga.

Observo el menú con atención, conozco a la mayoría de los tragos exóticos, son típicos de Italia. Simplemente le suelto un trago en común para que prepare y se dispone a realizar la acción.

Mientras tanto, observo el hotel y las personas que salen de la piscina. Noto la mirada de unos cuantos hombres que me sonríen desde sus tumbonas, pero los ignoro, ahora mismo solo me gustaría enfocarme en estas vacaciones. 

—Señorita. —El barman me llama y me extiende mi trago.

—Gracias —pronuncio.

Me dispongo a darle un sorbo al trago que sabe exquisitamente bien, entrecerrando los ojos.

—¿La estás pasando bien?

Una voz que reconozco al instante capta mi atención y observo a David, quien acaba de tomar asiento a mi lado.

—¿Y tú? —interrogo.

—Más que bien —responde.

El barman le ofrece una bebida a David, pero este se niega. Posteriormente, procedemos a mantener una conversación.

—¿Por qué estás aquí conmigo? —interrogo.

—La voz chillona de Cindy ya me está dando jaqueca. —Suelto una corta carcajada—. Además, Charlotte acaba de irse a la habitación, me dijo que quería descansar un poco.

Caricias ProhibidasWhere stories live. Discover now