CAPÍTULO 44

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CONFUSIÓN
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Leanne

Si soy franca, esta mujer no me agrada. La última vez que la vi fue en el despacho de Edward, cuando nos pilló después de acabar de tener sexo. Sus miraditas desafiantes no me agradaron para nada aquella vez, especialmente cuando me examinaba con la mirada.

Sé reconocer cuando no le agrado a una persona y ella parece detestarme. O estoy en lo incorrecto y me falla la percepción, pero tengo este presentimiento desde que la vi por primera vez.

—Sherlyn. —Me aclaro la garganta—. ¿Qué te trae por aquí?

—Tan solo recorría el gran paraíso italiano. Me imagino que tú también. Este es un hermoso sitio.

Me examina con la mirada y luego, vuelve a iniciar un contacto visual estrecho entre ambas.

»Te invito un café.

La propuesta no me gusta para nada, peeero...

—Claro. —Acepto la propuesta—. ¿Te parece en esta cafetería? Digo, es la que tenemos cerca, a menos que quieras visitar otra.

Ella sonríe.

—Me parece bien aquí.

Tomamos asiento afuera del sitio, donde el atardecer resplandece ante la vista de cualquiera que se siente aquí mismo.

El camarero nos trae el menú y se retira en silencio. Mientras ojeo la carta, puedo sentir la escrutadora mirada perteneciente a la matriarca Haste sobre mí. Sí, conozco ese «truco» si se le puede llegar a llamar así. Busca intimidarme en base a las miradas. Qué mal que no funciona conmigo, tendrá que hacer uso de otro as bajo la manga.

—¿Y qué hacías por aquí? —indaga.

Dejo la carta sobre la mesa.

—Necesitaba algo de aire fresco. Tuve un día largo, ya sabes.

—Me imagino.

El camarero regresa a tomar nuestro pedido y ambas ordenamos una infusión.

—Te he visto con mi hijo la otra vez —comenta cuando nos quedamos a sola—, cuando abrí puerta y los sorprendí.

—Lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

—Generalmente, Edward es así, lleva a cualquiera a su despacho y luego les da una patada en el culo cuando se aburre.

Esboza una sonrisa para parecer más amena, aunque sus palabras no concuerdan con sus gestos.

Eso fue básicamente un; "Eres solo sexo, no te gastes en tratar de conquistar a mi hijo o te arranco los ojos".

Cualquier otra mujer que no tiene las cosas en claro se descolocaría al oírla, pero no es mi caso. Sé perfectamente cómo fluyen las cosas así como también sé que Edward Haste no es ningún santo.

Es lo que muchos hombres suelen hacer —me limito a decir.

—¿A ti te lo han hecho? Digo, pareces hablar desde la experiencia.

Touché, zorra. Busca herir mi ego. Escondo la sonrisa que quiere asomarse y me cruzo de piernas.

¿Cómo le explico que su hijo hoy me hizo lo mismo? A mí no me pesa decirle la verdad a esta mujer, es más, al mentirle, parecería que estuviera en busca de su aprobación cuando sé muy bien que no es así. Aun así, es problema mío, no suyo y no tendría por qué meter la nariz en asuntos ajenos.

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