CAPÍTULO 19

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INVITADO ESPECIAL
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Leanne

Lo que fue denominado como "mañana de chicas", finalizó a eso de las dos de la tarde y las chicas tuvieron que irse.

Le pedí a Mellea que se retirara, decidí entrenar un poco, darme una ducha y hablé con mi padre a través del teléfono. Quedamos para ir a cenar a un restaurante que está a unas pocas calles del edificio a eso de las ocho y media. Él ya se encargó de hacer la reserva de la mesa, por lo tanto, no hay necesidad de tomar tanta prisa.

Me dirijo a la sala de estar, encendiendo las tenues luces que dejan ver el deslumbrante ventanal en el cual puedo ver la inmensa ciudad de Milán atosigada por la multitud de coches qué hay.

El tráfico en la ciudad me obliga a emprender viaje en mi coche antes de tiempo para evitar tardanzas. Desafortunadamente, Giovanni Vitali no es un hombre que tenga mucha paciencia, le enerva cualquier pequeño detalle que no sea a su gusto, pero mi madre siempre conseguía sacarle un poco de paciencia.

Siempre los idolatré a ambos como pareja, las cosas solían ser un poco más tranquilas antes de que mamá falleciera. Giovanni era un poco más amable, compasivo y un tanto amoroso, pero sólo lo demostraba a solas con mi madre y a veces con Alexander o yo, dependiendo en la situación. Pero todo cambió cuando ella falleció. Giovanni se mantuvo frío el día del funeral, con gafas de sol que cubrían su sufrimiento y con los puños apretados. Aun recuerdo su expresión como si hubiera sido ayer. Desde aquel día, se volvió un poco más frío, incluso un par de veces pude verlo ebrio en su despacho a medianoche cuando era pequeña. Sin embargo, eso no fue un impedimento para que fuera un buen padre dentro de todo. Estoy a gusto con la forma en la que nos hizo ver a mí y Alexander cómo funcionan ciertas cosas.

Siempre tuvimos un buen nivel económico, nunca nos faltó nada, pero no diría que éramos extremadamente multimillonarios, simplemente teníamos una buena cantidad de dinero, lo necesario. En comparación a otras familias adineradas, no teníamos tanto como ellos, pero papá siempre fue un gran trabajador al igual que mamá.

Aparco el coche en medio de una avenida, quedándome justo frente al restaurante de lujo llamado Al Garghet. Tiene una decoración sencilla, pero elegante a mi parecer.

Apenas me encuentro dentro de la estancia, un mesero uniformado se me acerca comiéndome con los ojos.

—Señorita Vitali —me habla en italiano—, sígame por favor, la guiaré a la mesa que su padre reservó.

Lo sigo hacia un lugar un poco más alejado de la multitud y el constante murmullo por parte de la gente que aborda el restaurante. Me concentro en los ojos de mi padre apenas llegamos a la mesa y el mesero mueve la silla para que tome asiento.

—Gracias —agradezco. Me dedica un asentimiento de cabeza.

El mesero se retira, dejándonos a solas y me cruzo de piernas.

—¿Cómo estás? —interrogo, sonriendo.

—Bien. ¿Tú?

—Muy bien.

Miro la carta del menú, paseando la mirada entre los deliciosos platillos que se ven perfectos como para degustar.

—Oí que estuviste en Paris.

—Sí —afirmo—, tenía un desfile al cual tenía que asistir. Fue increíble.

—Lo sé, le pedí a mi asistente que me lo hiciera saber.

Me rio, sintiendo como mis mejillas toman color ligeramente. No es que me moleste, solo me es extraño y aunque lleve un buen tiempo en la cima me es difícil acostumbrarme a que mi padre y yo tengamos conversaciones acerca de mi trabajo.

Caricias ProhibidasWhere stories live. Discover now