CAPÍTULO 10

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EXCUSAS
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Leanne

Dejo escapar un quejido al sentir un punzante dolor de cabeza que me aborda. Me muevo un poco y hago una mueca al verme envuelta entre sábanas de ceda.

Los recuerdos de anoche me golpean con fuerza; Edward y yo follando por casi toda la noche como dos jodidos conejos.

Me paso una mano por la frente y hago una mueca al sentir un leve dolor en mi sexo. Me siento como una virgen, eso me pasa por haberme despejado mucho durante varios meses, lo cual creó una gran falta de sexo en mi vida cotidiana. Aunque, me es innegable que anoche con Edward, hasta ahora, fue uno de los mejores sexos que he tenido.

Debería levantarme y largarme, pues nunca me he quedado con mis amantes o con ese tipo de personas con las cuales follo por una noche, sin embargo, este imbécil me lo puso complicado y estoy muy cansada, me duele todo.

Observo a Edward dormir en paz. Cualquiera diría que es un inocente angelito, pero es un bastardo egocéntrico que folla bien.

—¿Qué es lo que tanto miras, insolente? —interroga sin abrir los ojos.

Mierda, se dio cuenta.

—Admiraba tu asquerosa fealdad.

—Mi asquerosa fealdad ayer te...

—Cállate —lo corto.

Me reincorporo un poco sobre la cama, moviendo las sábanas de ceda y tratando de buscar con la vista mi ropa que visualizo en el suelo a unos pocos metros de la cama.

Sin embargo, unos golpes en la puerta hacen que dé un leve respingo sobre mi lugar.

—¡Abre la maldita puerta, hijo de puta! —oigo la voz de Cindy—. ¡¿En serio te atreviste a dejarme plantada en la noche de mi cumpleaños?!

—Edward —murmuro, zarandeándolo.

—¡¿De verdad te atreviste a dejarme plantada?! ¡Sé que estás ahí, abre la puerta! —vuelve a gritar la rubia, histérica.

—Imbécil —vuelvo a mover a Edward para que despierte.

—No estoy sordo, para que sepas —ruedo los ojos—. Y déjala que siga gritando, me importa una mierda lo que me diga.

—Edward, tengo que irme, atiéndele la puta puerta y dile que se marche de una vez para que yo pueda irme, ¿acaso es muy difícil hacerlo?

No me oye, en vez de eso, abre los ojos abruptamente y me posiciona sobre su regazo, dejándome sentir su dura erección.

—Ya se va a cansar, déjala que siga gritando.

—No seas idiota, ¿todo lo que piensas es en follar o qué?

Asiente con la cabeza. Posteriormente, reprimo un jadeo al sentir sus dedos sobre mi sexo. Mierda, Cindy está allí fuera gritando en la puerta y este imbécil solo está pensando en follarme en vez de ir y calmar a la desquiciada.

—Edward —reprimo un gemido—, tengo que irme.

—¿Tengo cara de que me importa?

—¿Por qué siempre tienes que ser un jodido bastardo? Figlio di puttana.

—Porque soy así.

Me cubro la boca cuando suelto otro gemido y sin más, aparta sus dedos de mi sexo y toma mis cinturas para embestirme de una estocada.

Aparto sus manos de mi cintura y me muevo como se me da la gana sobre su pene que golpetea mi interior con fuerza, enviando descargas de placer a lo largo de todo mi cuerpo.

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