CAPÍTULO 1

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Italia, Milán.

Leanne

La multitud de personas se me viene encima con gritos y abrazos, mis guardaespaldas procuran mantener una distancia razonable entre toda la sacudida de gentío que nos rodea, juro que apenas puedo respirar mientras intento firmar autógrafos con el bolígrafo sin perder la paciencia.

Soy consciente de lo que conlleva todo esto, pero a veces es difícil sentirse algo abrumado con las personas que te alaban todo el tiempo y te cumplimentan de una buena manera.

—¡Leanne! —grita una de las adolescentes. 

Me acerco a ella y paso el bolígrafo por el papel liso hasta autografiarlo con mis iniciales en cursiva gótica. De un segundo a otro, ya me encuentro frente a la limusina y mi guardaespaldas me abre la puerta. Me coloco las gafas del sol cuando los flashes de las cámaras me blindan pese a que estoy dentro del vehículo,el  cual arranca al instante y logra perder de vista a todos.

Me quito las gafas y dejo escapar un suspiro. Son las nueve de la mañana, acabo de salir de una extensiva sesión de fotos y lo único en lo que puedo pensar es en dormir un poco.

Puedo decir que ahora mismo soy internacionalmente conocida y respetada.

Descubrí mi pasión por la moda a los nueve años cuando vi a mamá utilizando un precioso vestido largo y entallado de lentejuelas posando frente a las cámaras. Cuando murió, lo único en lo que podía pensar era en que quería ser una modelo. Me torné realmente conocida cuando debuté en mi primer desfile en Londres.

La limusina se detiene frente a mi edificio y mi guardaespaldas me abre las puertas. Murmuro un corto "gracias" y avanzo hacia el edificio. Me meto en el ascensor, introduzco el código de mi pent-house y cuando las puertas se abren, me siento totalmente libre. 

Corro a mi habitación y me miro reflejada en el espejo mientras me quito la coleta alta que recoge mi pelo de manera extravagante y algo elegante. Me desmaquillo un poco y me quito los tacones que ya están matándome. Mi pelo cae en cascada casi hasta mi cintura y no puedo evitar apreciarme frente al espejo; estoy buenísima. Me dirijo a la cocina y decido servirme un vaso de agua frío para calmar un poco la efusión.

Avanzo hacia la sala de estar y abro mi laptop, me encuentro con un correo electrónico reciente de Rebecca Mancini, mi representante. Se encarga de promocionarme y ayudarme con las sesiones de fotos o entrevistas. La conozco desde hace años y no ha hecho más que ayudarme desde entonces. 

Abro la inmensa cantidad de archivos que me ha enviado; se trata de la sesión de fotos que tomamos hace una semana. Se ven increíbles. Le escribo una breve respuesta agradeciéndole y pidiéndole que envíe un obsequio de mi parte a los camarógrafos, han sido muy amables conmigo.

Luego de chequear lo enviado por mi mano derecha, logro ver otro de los correos electrónicos que mi ex pareja todavía se empecina en enviarme. Brandon no parece aceptar que terminamos y que ya no quiero nada con él. Nuestra relación se tornó aburrida, no solo sentimentalmente, también sexualmente.

Soy un poco exigente cuando se me da y las relaciones amorosas a veces me parecen repetitivas. 

No me apetece responderle ahora mismo, por lo tanto, cierro la laptop y me dejo caer sobre el sofá.

El tiempo transcurre con tanta rapidez que tres horas después de relajarme un poco en mi pent-house, ya me encuentro en camino al camerino para alistarme. El desfile de esta noche es muy importante.

Caricias ProhibidasWhere stories live. Discover now