CAPÍTULO 13

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SOCIETÀ HASTE
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Leanne

Esta mañana he despertado con un malhumor increíble, simplemente no sé qué carajos me sucede. En definitiva, es uno de esos días en los que tengo un malhumor inexplicable, al igual que uno de esos días en los que mi pelo es un desastre por alguna razón que desconozco. Está muy seco y es como si me hubieran metido una goma de mascar que se quedó pegada, pero no le he hecho nada.

Hago una mueca mientras intento peinarme frente al espejo. Observo la hora, son las nueve y media de la mañana, hace una hora terminé de desayunar unos hotcakes nutritivos acompañados de un café.

Me dirijo a mi habitación, me pongo mi conjunto deportivo y me acerco al espejo mientras subo el cierro. La tela se me pega a todo el cuerpo, especialmente en mi busto, resaltándolo exageradamente.

Recojo mi pelo en una coleta alta y abandono mi apartamento. Decido salir a correr un poco, pues la mañana está soleada es no es como si yo fuera una persona muy perezosa, me encanta entrenar y ejercitarme.

Corro un par de vueltas hasta que regreso a mi apartamento. Cierro la puerta detrás de mí mientras me paso una mano por la frente, secando el sudor de la frente.

Me dirijo a la cocina y me sirvo un vaso de agua fresca. Suelto un suspiro de satisfacción al darle un sorbo al vaso de agua que se queda completamente vacío.

Mi teléfono empieza a sonar sobre la encimera y correspondo la llamada al leer el nombre de mi hermano reflejado en la pantalla.

—Buenos días —digo, con tono irónico al contestar.

—¿Estás malhumorada y agitada? —se burla desde la otra línea.

—No te burles de mí, voy a colgar.

No cuelgues —advierte—. Tengo noticias que darte.

—¿Cómo cuáles? —interrogo. Avanzo hacia la sala de estar y me dejo caer sobre el sofá.

Estoy en Milán.

—¿En serio? —Me reincorporo un poco sobre el sofá ante la noticia que oigo—. ¿Terminaste el trabajo antes o decidiste tomarte unas vacaciones para relajarte?

Terminé mi trabajo antes.

—¿En dónde estabas?

Las Vegas —atina.

Asiento con la cabeza.

—Entonces... ¿quieres verme? ¿O me llamas por otra razón en particular?

No, quiero verte —admite—. Te llamo para ello, para decirte que ésta noche tendré una cena con un par de socios que conozco en casa.

—¿Socios?

Socios, colegas, no lo sé. Los conozco un poco de manera formal, establecí un negocio con uno de ellos; el señor Colombo, ¿lo recuerdas? Creo que un día te lo presenté.

—¿El hombre mayor? —interrogo.

Ese mismo.

—¿Y quién más estará allí?

—¿Quién mas tendría que estar? Solamente hombres que me parecen interesantes para negociar. En pocas palabras, es una cena de conversaciones acerca de negocios e información importante, nada de otro mundo.

—Suena extremadamente aburrido —bufo—. Pero soportaría eso con tal de verte. Sé que no vas a quedarte por mucho tiempo en Milán, deduzco que tienes trabajo pendiente.

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