CAPÍTULO 14

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LA MODELO
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Edward

La sala se ve atormentada por la infalible cantidad de personas qué hay. Ni siquiera sabía que eran tantas.

Me muevo sobre mi lugar, o al menos hago un intento, ya que cierta figura femenina que reconozco se me atraviesa en el camino.

—¡Hola! —Noemí se me cuelga del cuello como si fuera su monigote de plástico.

—¿Que estás haciendo aquí? —la aparto.

—Me invitaron. ¿No es obvio? —Me da un beso en la mejilla—. ¿Qué? ¿Acaso creíste que no iba a venir? —Examina el entorno—. Me encanta la decoración, es muy minimalista.

Me importa una mierda lo que quiera decirme, hay cosas más importantes que hacer. Me toma del brazo cuando intento alejarme.

—¿Adónde vas? —interroga.

—Tengo cosas más importantes que hacer, ¿te crees el centro del evento o qué? —me suelto de su agarre y se precipita hacia mí. La tomo por los hombros para hacerla reaccionar ante semejante estupidez—. ¿Sigues con lo mismo, Noemí? No me jodas.

—Escucha... sé que estás confundido Ed, sé que es extraño sentirte de esta forma y...

—¿Sentirme de qué forma exactamente? ¿En la forma en la que simplemente te veo como a la mujer que me tiro? ¿O es que también crees que eres la única a la que me follo?

Niega con la cabeza.

—Somos especiales y...

—¿Somos? No hay ningún "somos" porque no veo más que dos personas que quisieron satisfacerse mutuamente —me aparto—. ¿No fue así desde siempre? Te advertí desde un principio cómo funcionaban las cosas conmigo.

Me suelta una bofetada.

—¡Vete a la mierda!

Da igual.

Me mezclo entre los invitados y entonces, localizo a Daniel en la punta del salón. Está conversando con una mujer de vestido opulento. No puedo distinguirle muy bien el rostro debido a las luces, pero me resulta familiar la figura. Quizá me la follé, es probable, pero me recuerda a alguien en particular.

Visualizo como terminan de conversar y por inercia, sigo a Daniel, quien parece notar mi presencia al instante.

—¿Se te perdió algo? —interroga.

Traslado la mirada hacia donde se encontraban conversando, pero ya no hay rastro de aquella mujer.

—¿Con quién hablabas? —suelto.

Frunce el ceño.

—¿Qué te pasa?

—¿Quién era? —insisto.

—Parecía una buena mujer como para que la quieras para que sea uno de tus ligues de una noche.

Es un caso perdido cada vez que intenta hacerme razonar, sabe que me la voy a tirar igual.

—Solo dime el puto nombre.

—Leanne Vitali —lo sabía.

Le doy una palmada en el hombro y le dedico un asentimiento de cabeza. Me encamino hacia el ascensor, me meto dentro del cubículo y presiono el botón que me lleva hacia la última planta del edificio.

Me meto dentro de mi oficina y llamo a mi secretaria, quien se aparece en la oficina con una sonrisa plasmada en el rostro. «De seguro piensa que la llamé para follar»

Caricias ProhibidasWhere stories live. Discover now