CAPÍTULO 47

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Dos semanas después...

El sol se cuela por las ventanas cuando aterrizamos en Nueva York. De inmediato, me pongo de pie y le doy un codazo a Emma para que abra los ojos. Principalmente, todo sucedió por un capricho mío al comentarle la idea de visitar Nueva York. Al principio, la respuesta de Emma fue un rotundo no, pero terminé por convencerla.

Necesito relajarme, tener unas cortas vacaciones. Nueva York me pareció la mejor opción.

—¿Qué sucede? —Se mueve.

—Llegamos.

—Eso fue rápido.

—Porque te la pasaste todo el viaje durmiendo.

—Estaba cansada —se defiende.

Le sonrío y salimos del jet privado. Un hombre uniformado nos ayuda con nuestras maletas y me meto dentro de la limusina junto con Emma, entusiasmada.

El viaje a la ciudad es un poco tedioso debido al tránsito, pero logramos acceder al centro y miro a través de la ventanilla el lugar.

Nueva York me trae muchos recuerdos, como aquella vez en la que lo visité en compañía de mi padre, o como aquella otra vez en la que tuve mi primera sesión de fotos para una campaña bastante reconocida y cotizada. Nueva York marcó un inicio en mi carrera. Aún recuerdo que se me dificultaba un poco poder manejar el inglés, pero fui dominándolo poco a poco con el pasar de los años.

Cuando la limusina se detiene frente al hotel, dejo escapar un bostezo. El chofer nos ayuda con nuestras maletas y pasamos por la recepción, en donde nos reciben y nos guían hacia la habitación en la que nos instalamos de inmediato.

—Si necesitan algo no duden en llamar —Nos dice la mujer que nos guió.

—De acuerdo —digo—. Gracias.

La mujer se retira, dejándonos a solas.

Me dejo caer sobre mi cama y miro a Emma.

—¿Estás cansada? —interroga.

—Un poco , quizá —Me pongo de pie—. Pero ya se me va a pasar.

» ¿Te apetece ir a una cafetería? Aún es un poco temprano.

—Por supuesto.

—Está bien. Iré a ducharme, mientras tanto, puedes tomarte el tiempo de prepararte.

Me dedica un asentimiento de cabeza y me meto dentro del cuarto de baño, no sin antes coger la ropa que voy a llevar encima conmigo. La ducha que me doy es rápida, sin mucho rodeos. Una vez termino, me visto, seco mi pelo y regreso a la habitación, en donde veo a Emma, que está recogiendo su pelo en una coleta alta.

Recojo mi bolso y la miro.

—Vámonos —me dice.

Salimos del hotel y nos echamos a caminar por las calles. Lo que siempre más me ha cautivado de Nueva York es en definitiva, sus edificios y cómo se ven por la noche. Creo que es el tipo de lugar con el que cualquier estudiante promedio podría soñar. Al principio, deseaba mudarme a Nueva York, pero decidí quedarme en Milán.

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