CAPÍTULO 7

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OJOS AZULES
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Leanne

Amalfi es un lugar encantador poseedor de playas sofisticadas que son habitadas por montones de gente varías veces al año. Su ciudad es cautivadora, las personas son agradables, los restaurantes tienen una estética muy distinguida y en ellos se puede encontrar todo tipo de menús.

No es un lugar que me disguste, lo único que me disgusta es estar en el cumpleaños de una malcriada. Italia posee demasiados lugares encantadores que son de mi agrado y Amalfi es uno de ellos, es innegable. Me cautiva su paisaje, la estética y los lujosos hoteles qué hay por doquier.

Ahora mismo, el jeep que nos traslada acaba de detenerse frente al Hotel La Bussola, una prestigiada estancia de lujo de cinco estrellas que contiene habitaciones de lujo.

—¿Dónde está David? —interrogo apenas abandonamos el vehículo y doy unos cortos pasos hacia la estructura principal del lugar.

—Vendrá luego junto con su amigo —explica Charlotte mientras toma nuestras maletas que el chofer se encarga de sacar del maletero.

Tomo mi maleta y nos adentramos dentro de la elegante recepción del hotel que dispone de un muy buen servicio o al menos, eso oí. Al llegar a la recepción, reprimo un bufido al ver a la mujer de pelo rubio que sonríe de lado a lado al vernos y corre hacia nosotras entre sonoras carcajadas.

—¡Aquí están! —grita Cindy, escandalosamente, ganándose las miradas de los empleados del lugar—. ¡Se demoraron demasiado! ¿Dónde se supone que está David? —Charlotte abre la boca para responder a su pregunta, sin embargo, le es imposible cuando la rubia no para de hablar en ningún momento—. ¡Da igual, ya hice las reservas para David y su amigo! ¡Por cierto, felicidades por la boda, son una increíble pareja!

—Gracias —atina Charlotte.

La rubia traslada su mirada hacia mí.

—¡Lea, cuánto tiempo!

Por alguna razón, cada vez que me abraza o me habla, siento que su actitud es completamente falsa conmigo, pero estamos en su cumpleaños y me abstengo a soltar algún comentario que desencadene a mis impulsos que lucho por controlar. Me cuesta mantener la boca cerrada en ciertas ocasiones.

—Feliz cumpleaños —digo, dedicándole una sonrisa.

—¡Gracias! —se mueve, entusiasmada—. ¡¿Y que trajeron de regalo?!

Observo a Charlotte de reojo, quien se muerde el labio inferior, nerviosa.

—Mhm... David está encargándose de ello —se excusa esta.

—Perfecto —exclama Cindy, regulando un poco su tono de voz. Aun así, sigue oyéndose cómo eleva su voz a la hora de hablar—. Vamos, en la recepción les darán sus llaves para las habitaciones y luego les dejaré tiempo para que guarden sus pertenencias.

Nos acercamos a la recepción, en donde una mujer de pelo negro nos atiende con una buena actitud, sin embargo, Cindy la trata de una forma algo cuestionable cuando un problema se nos presenta en medio de toda la situación.

—Señorita... lo lamento, pero no veo su nombre registrado en el ordenador —dice la recepcionista, sonando un tanto avergonzada.

—¿Cómo que no? —Cindy adopta su posición tétrica, empieza a emitir sus palabras de forma dura mientras que a la pobre mujer se le sonrojan las mejillas—. Búscalo bien, llevo dos días hospedándome en el hotel, ¿cómo es posible? ¿Podrías revisar y hacer bien tu trabajo?

—Señorita... llevo poco tiempo trabajando en el hotel, le pido que por favor usted se...

—Una mierda —interrumpe Cindy—. ¡Tendré que hablar con su superior!

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