CAPÍTULO 34

9.7K 787 115
                                    

CINQUE TERRE
.
Edward

—Además de terco, imbécil e idiota.

—Ya cállate Laura —me quejo mientras le doy un sorbo al segundo trago de la tarde—. No necesito tu sermón, ya te pareces a Sherlyn.

—No me parezco a Sherlyn, simplemente creo que mereces que ella te dé la espalda. Lo que has hecho no fue justo.

—No te metas.

Le da un sorbo a su trago sin despegar su mirada de la mía.

—Solo soy honesta; eres un imbécil. Y mientras tanto, voy a disfrutar ver como Leanne Vitali te arrastra por el suelo como un trapo desgastado.

—O como la arrastro yo a ella.

Sonríe.

—Bueno... ¿Tú ves a Leanne por aquí buscándote? Porque yo no —me quita el trago de las manos y se lo bebe—. Lo jodiste, admítelo. 

—Lo jodió ella —me quejo. 

Niega con la cabeza.

—Lo jodiste tú. No debiste besarla y no sé si te enteraste, pero su padre murió hace poco tiempo, así que en términos de joderlo; la cagaste. Dudo que esa mujer quiera verte la cara.

—Ya lo sabía —admito—. Su padre era un abogado, un hombre influyente en la ciudad y un adicto al trabajo con evidentes problemas cardíacos.

Me da un golpe en el hombro.

—Eres un idiota. ¿Al menos te disculpaste con ella por la idiotez que has hecho?

—¡Claro que lo hice! —afirmo—. Pero Leanne cree que me voy a arrastrar por ella y está muy equivocada.

—Pues yo te veo muy encaprichado con ella —Deja el trago sobre la barra—. Ten una buena noche, hermano. Ya tengo que irme.

Se retira del penthouse, dejándome a solas.
Me sirvo otro trago y tomo asiento sobre el sofá.

Cierro los ojos durante un par de minutos, vuelvo a pensarlo en mi cabeza cuando una idea se atraviesa en mi mente y...

A la mierda.

Me pongo de pie no sin antes terminar de beber el vaso de whisky y tomo el ascensor que me lleva a la recepción del edificio. Me meto dentro de la limusina.

—Señor, ¿a dónde lo llevo? —indaga mi chofer.

Suelto la respuesta al aire, la limusina se pone en marcha y me mantengo en silencio hasta que llego a mi destino.

Vuelvo a tomar el ascensor hacia la segunda planta y toco una de las puertas. Una mujer mayor me atiende, debe de tener cuarenta o cincuenta años. Lleva un bolso colgado en su hombro, como si estuviese a punto de marcharse.

—¿En dónde está? —exijo en medio de una pregunta.

—¿Busca a la señorita Vitali? Ella no se encuentra en casa, salió de viaje.

—¿A dónde se fue?

—No puedo revelarle la ubicación de la señorita —Apenas dice esto, saco un par de billetes de mi bolsillo. Su rostro palidece al instante—. Señor, ¿qué está....?

—¿Me va a decir en dónde está su señorita? —ironizo.

—¿Para qué necesita que se lo diga? ¿Acaso es la pareja de Leanne? Ella nunca lo mencionó a usted.

—Porque quiero. ¿Me va a decir o tengo que alargar la situación?

—Primero que nada, me llamo Mellea. Segundo, no aceptaré su dinero a cambio de la ubicación de Leanne, pero su rostro de enamorado me convenció un poco. ¿Quiere un consejo? A la señorita le encantan las rosas de color rojo, podría sorprenderla con un ramo.

Caricias ProhibidasWhere stories live. Discover now