CAPÍTULO 35

9.8K 752 120
                                    

ACUERDO DE SILENCIO
.
Leanne

Edward me hace a un lado y entra a la suite.

—Oye. —Avanzo hacia él—. Nunca te dejé pasar, así que lárgate. No tengo tiempo para esto.

—Vas a tener tiempo porque lo digo yo.

Cierro la puerta.

—Vete a la mierda. ¡No puedes aparecerte como si nada y meterte en mi suite!

Me mira, burlón.

—Bueno, acabo de hacerlo y no fuiste capaz de impedirlo.

—No me resulta nada gracioso, Edward. Tienes un minuto para irte, me estás colmando la paciencia y arruinas mi tranquilidad.

Da un paso hacia mí y me voy hacia atrás, queriendo evitar su contacto a toda costa.

—¿De verdad quieres que me vaya?

Su flamante cercanía me pone la piel de gallina, mi cuerpo reacciona, pero me obligo a mantener la compostura.

—Sí. Lárgate —alzo la mirada.

—Muy tarde.

Su mano se posa sobre la pared en la que estoy apoyada y sus labios se aproximan a los míos. Haciendo un gran esfuerzo, le doy un empujón.

—¡No te me acerques! —le grito—. ¡¿Acaso olvidas que sigo estando molesta contigo?! No soy tu muñeca inflable con la cual decides que hacer.

—Nunca te denominé de esa forma, tú sola lo has hecho.

—Vete —Destruyo el contacto visual.

—Te pedí disculpas, te busqué por toda Italia, ¿y todavía te rehusas a hablar como una persona normal?

—No sé cómo quieres que hable como "una persona normal" cuando fuiste tú quien nos expuso frente a toda la prensa como carne fresca. ¡No sé si tengo que recordarte que todo esto ha sido tu culpa y tú te lo buscaste, hipócrita de mierda!

—¿Sabes lo que creo, Leanne? —Se acerca más—. Que estás huyendo.

—¿Sabes lo que yo creo, Edward? Que deberías irte, porque no te soporto. ¡Estás encaprichado conmigo!

—¡Me tienes justo donde quieres! ¡¿Qué es lo que quieres que diga ahora?!

—¡No vuelvas a gritarme cuando la única que tiene derecho a estar enfadada soy yo! —despotrico, furiosa—. ¡Ni mucho menos vuelvas a creer que vas a poder arrastrarme por los suelos a tu antojo, hijo de puta! —Noto que toda la piel me arde y los ojos me brillan por la cólera en su mayor resplandor. Sin embargo, se me acerca, su mano rodea mi cintura y me atrae hacia él, besándome de forma posesiva.

Lo empujo, furiosa. Sin embargo, me veo besándolo de nuevo con furia. Abro la boca, recibiendo su lengua que me recorre con intensidad, sus manos van a mis muslos y le clavo las uñas en el cuello. Trata de llevarme contra la cama pero me zafo de su agarre y soy yo quien lo empuja a él en un rápido movimiento. Respiro de forma nula, siento su mano en el nudo de la bata. Me estrella contra él, volviendo a besarme con ferocidad que me hace jadear al sentir la erección que presiona contra mi sexo.

Estoy colérica, caliente y con ganas de abofetearlo. No sé qué me sucede.

Lo empujo contra el colchón y me lleva contra su regazo, arrancándome otro gemido de placer. Le desabotono la camisa con desesperación, dándome cuenta de que estoy mal. Estoy adicta a esto. Estoy igual de mal que él.

Caricias ProhibidasWhere stories live. Discover now