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Con la mano en el cristal y su omega agitado dentro suyo, Ethan se sintió extrañado a su comportamiento impulsado por la inseguridad. Una parte de él sabía que era su omega queriendo remarcar su lugar como el mate de Assaf, con su deseo sexual en aumento no era una actitud poco común que tendría en ese momento; sin embargo, la otra parte le confirmaba que cierta duda si provenía de él y no tenía nada que ver con su segundo género.

El alfa le había hecho una promesa y habían negociado. El problema era que él había roto su parte del trato y no garantizaba la fidelidad de Assaf.

No tenía nada de que quejarse, se recordó. Pero sería más complicado para su omega si no imponía el lugar que le correspondía, más que nada por instinto.

Con decisión abrió la puerta, ya había interrumpido en el espacio de Assaf más de una vez, otra no empeoraría su situación.

El desagrado en su interior no se hizo esperar.

No los había encontrado en ninguna posición comprometedora, pero la cercanía entre ellos hizo a su omega rugir. Assaf estaba sentado, revisando en el escritorio de cristal unos papales que el pelirrojo inclinaba sugestivamente hacia el alfa. La posición del pelirrojo era casi indecente y Ethan no pudo evitar el enojo ante la poca discreción en su objetivo. Lo peor era que Assaf parecía acostumbrado a eso.

—Ah, eres tú —habla Assaf mientras volvía su vista de nuevo a la información en sus manos—. Es la segunda vez que irrumpes en mis oficinas sin tocar, ¿a qué se debe esta vez?

La agresividad de su omega se apacigua y es remplazada por el sentimiento de aflicción. Ethan siente un nudo en la garganta.

—Y-yo...—carraspea para enderezar su voz—. Termine con los datos y el trabajo de hoy.

No estaban haciendo nada malo frente a él, pero no podía seguir observando el descaro del otro omega y como Assaf no hacía nada para evitarlo.

—No era necesario que viniera hasta aquí, hürrem. Mi oficina siempre estará abierta para usted —dice Marco con el mismo tono falso de la mañana. Ethan tuerce la boca ante el gesto burlón del ojicarzo.

—Está bien, déjalos aquí —señala el alfa un espacio en la mesa. Ethan aprieta las hojas y se acerca, Assaf no le dirigiré ni una mirada cuando los deja frente a él—. Ya puedes irte, uno de mis hombres te acompañará al coche que te estará esperando abajo, te llevará a casa. Yo aún tengo que ver unas cosas con Marco en la empresa.

El nudo en su garganta se vuelve más grande, y el castaño no ve más opción que asentir. No da una mirada atrás mientras se retira de la habitación.

Ya había un alfa esperándolo en el marco del elevador para llevarlo de vuelta a la mansión.


















Mantiene su postura tranquila en todo el transcurso de regreso; cuando llega a la mansión, Elit, Kenia y Edith ya lo están esperando en la puerta.

Les contesta tranquilamente a todas las interrogantes
de su día y niega cuando le preguntan si necesita algo ahora que ha llegado. Lo acompañan hasta sus habitaciones para preparar su baño.

—¿Qué le gustaría cenar, hürrem?—pregunta Kenia mientras prepara la enorme cama. Ethan reacciona y se sienta en la orilla de esta.

—Agradezco sus cuidados, pero...me gustaría estar solo—confiesa mirando la vegetación en la otra ala. Ve en la orilla del cuarto las pinturas, el lienzo y el caballete. No se emociona tanto como pensó que lo haría.

Las omegas se miran entre ellas preocupadas, sintiendo la sensibilidad y el quebranto en el castaño. Pertenecían al mismo género, no les habían asignado su trabajo por nada. Sus sentidos les indicaba que algo estaba mal.

Mafia RojaWhere stories live. Discover now