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Ethan siempre se considero un omega fuera de los límites de lo común. Culpando el aislamiento por su falta de atracción a cualquier alfa, o incluso beta.

La Universidad, metrópolis de experiencias en la vida, no fue la excepción para dar un cambio a eso. Su padre no solo se encargó de mandarlo a Columbia con todos los gastos, sino que también se aseguró de que sus grupos en clases fueron los más limitantes en estudiantes. Nadie se acercaba a él, y después de un tiempo su padre decidió llevar su estudio a casa.

Había tenido acercamientos con alfas que se interesaban en él, pero ninguno fue capaz siquiera de agarrarle la mano. De un momento a otro Ethan se dio cuenta que su padre no era el único que ponía barreras a su alrededor.

Se había acostumbrado a cerrar con rejas a toda posibilidad que diera a una relación de cualquier tipo y siempre había estado algo orgulloso de tener más control en su libido que cualquier otro omega que haya conocido.


Assaf Hasmet parecía esmerarse en ser la excepción para ese control.










Las manos gruesas del alfa exploraron con lentitud la piel descubierta de los muslos del castaño, expertas en sus movimientos. La dureza en su espalda le hizo dar cuenta a Ethan que de un momento a otro ya no estaban rodeados de la vegetación hermosa con la luminiscencia característica de las luciérnagas.

Y es que después de las intenciones de parar, pareciera que los dos se habían decidido en hacer exactamente lo contrario.

Los besos suaves se transformaron en un tono más pasional pero sin perder su matiz suave, llevándolos a la profundidad del santuario donde una columna de jade se convirtió en testigo de lo que pasaba en el tranquilo y hasta cierto punto sagrado lugar para la familia Hasmet.

Al castaño no le podía importar menos controlar el apetito sexual que durante tanto tiempo había encerrado dentro suyo. Ver a Assaf en un traje de cuatro piezas ajustando a la musculatura alta de su cuerpo no le ayudó mucho esa noche. Y el olor a sándalo con lluvia solo lo dormía más.

Si tuviera que poner excusas a si mismo a la mañana siguiente apuntará sus acciones al instinto que una marca puede traer a dos personas unidas. Lo cual no estaba muy alejado de la verdad; sin embargo, el omega sentía que el deseo que caracterizó desde la primera vez sus encuentros eran un punto aparte de la naturaleza de sus segundos géneros.

Después de todo, ¿cómo podría objetar este comienzo al renovado acuerdo?

El alfa acunó su mejilla y levantó su barbilla, haciendo que tuviera más accesibilidad a la boca de Ethan con mucha facilidad.

El castaño no puso mucha resistencia y en un jadeo involuntario abrió sus labios para dar acceso a la experta lengua del alfa. El calor se acrecentó en la parte baja de su vientre y Ethan sintió una extraña humedad en su parte trasera, como si su cuerpo fuera un candado que solo Assaf sabría cómo descifrar. Eran solo unos toques lascivos en su cuerpo y Ethan se sentía más caliente de lo usual.

Assaf pasa la mano de la curvatura de su cintura y la traslada a ese lugar que se contraía con más insistencia. Vuelve su mirada hacia Ethan y el omega no tiene que adivinar el mensaje en los oscuros orbes del alfa, así que decide contestar con efusividad a la atención de sus labios.

El alfa no necesita otra respuesta y levanta aún más la kaftan del castaño, la caricia por la piel interna de sus muslos se siente como fuego en el interior del omega.

Assaf se detiene un momento para oler la nuca de Ethan, captando un matiz diferente y ligero.
Posiblemente era cuestión de una semana o dos para que el omega entrara en celo, la esencia de tulipanes y fresas tenía un matiz más dulzón, lo que le ponía a pensar seriamente.

Mafia RojaWhere stories live. Discover now