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El silencio ahogaba y pugnaba el aire en el ambiente tenso y gélido del palacete. Los sirvientes y guardaespaldas caminaban de un lado a otro con la cabeza baja y las feromona agrias.

Habían intentado matar a Hürrem.

Un suceso que rápidamente despertó el enojo y la furia en el clan, especialmente encaminada  hacia los embusteros que habían estado en boca de todos; posibles traidores y asesinos en espera del juicio.

Assaf, el amir, se veía muy alejado de ser una excepción en todo el caos que había pintado el día.

Lanzando con fuerza los papeles y la carpeta de su escritorio, llevando consigo cosas de vidrio que impactaron en el suelo, gruñó sonoramente.
Yusef apretaba la mandíbula tenso, las manos le temblaban de la misma forma en que el cuerpo de Assaf lo hacía. También estaba enojado.

Los resultados del veneno en la comida habían llegado, con una confirmación que ya era esperada.

El olor en la habitación sería insoportable para cualquier alfa, con ese nivel de furia y enojo, Assaf incluso podría entrar en un estado agresivo. Pero el moreno ya estaba acostumbrado a niveles extremos de ataques de este tipo.

—Dámelos —brama el turco con tono áspero. Yusef extiende una mano y le da el frasco.
Assaf tiene que hacer un esfuerzo para no romperlo al abrirlo y agarrar una pastilla de color amarillo opaco.

Eran supresores, con una pequeña dosis de calmante, para evitar el episodio que solo desencadenaría más desorden. No, Assaf necesitaba estar cuerdo y consiente.
Lo suficiente para poder destruir a los que le han intentado profanar.

—Los miembros principales del Öğüt se han reunido. La noticia llegó rápido —la voz de Yusef suena como atornillador en la mente dispersa de Assaf—. Los miembros principales ya han llegado.

—¿Y las mafias?

—Ya se les ha enviado el mensaje que hemos preparado.

Assaf se vuelve hacia la ventana de la oficina del palacete.
Su lobo exhalaba caliente y estaba enojado.
Si el supresor no hacía efecto rápido, podría perder el control.
No quería hacerle daño a Ethan, ni a su gente, pero especialmente a él.

El recuerdo del cuerpo frágil y débil mientras susurraba en su pecho "Te amo" solo hacia un torbellino más grande en sus sentimientos.
Assaf no podía recordar la ultima vez en que sintió su corazón temblar, sin exageraciones, no desde que era un niño.

Sus manos arden de la fuerza ejercida en ellas, y su frente se frunce una y otra vez. La cantidad de feromonas gamas que se podían producir en momentos así eran insoportables incluso para él.

Después de un silencio largo, habla.

—Vamos.



























La mezcla de olores con toques agrios y amargos en la sala grande hacía que los omegas presentes se pusieran nerviosos. Las personas presentes con burkhas enteras sumidas en un lenguaje desconocido para los omegas hacían temblar incluso a personas entrenadas en entornos turbios de su clase.

La enormidad del lugar solo hacia dar un espacio libre al miedo que les consumía. Estas personas...La Roja no era un chiste.

Mafia RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora