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Los seres humanos se unen por muchas razones diferentes al amor. Acostumbrados a guardar pequeños recuerdos de alegría para lamentarse el resto de sus días por no poder repetirlos. En el mundo de Ethan no había muchas personas con buenos recuerdos, la clase alta siempre ha tenido ventaja en la mayoría de aspectos en la vida diaria, pero la libertad no era uno de ellos.

Por que las personas que  más tienen, menos libres son. Era algo que Ethan había visto con sus propios ojos.

—¿Mami?—la voz delgada hizo eco en las grandes y descoloridas paredes de los largos pasillos, huecos de emociones.

"La casa con cara triste" era como llamaba Ethan a ese lugar cuando era un niño, las ventanas de frente eran dos, y el arco en la puerta hacía que pareciera una nariz, la puerta era recta y perfecta para la estructura de la grande mansión. Sin embargo; la reja frontal formaba una U inversa, que hacía que si cruzaras la calle y voltearás al frente, la primera imagen que te vendría a la mente sería una cara triste. Analogía que un niño de cinco años no encontraba muy diferente a la realidad dentro del lugar.

No era tan grande, y Ethan ya sabía subir las escaleras para su corta edad, pero sin su madre ahí los pasillos  rechinantes le hacían pensar en los cuentos que sus nanas le leían sobre los monstruos escondidos en las esquinas de las paredes.

Sus pequeños pies tropezaban de dolor por caminar tanto tiempo, buscando la feromona de mandarina y fresa que tanto caracterizaba a su mamá.

Alzando su cabeza para agudizar su olfato, se dio cuenta que el olor se intensificaba a medida que se acercaba a la puerta donde su madre acostumbraba encerrarse, Ethan siempre la esperaba hasta que saliera, le gustaba el olor a pinturas y lienzo que tenía cuando terminaba de hacer su arte ahí.

La habría esperado, como siempre lo hacía, pero a diferencia de las anteriores veces, la puerta estaba entreabierta.

Su pequeña altura no le permitía girar el pomo pero con un pequeño empujón logró abrir la pesada madera. Estaba oscuro, sus cuidadoras ya se habían ido,  y el ocaso se extendía a través de la ventana.

—¿Mami?—murmuró el castaño viendo la figura familiar—¿Qué haces ahí arriba?

La sombra se balanceaba, siendo sostenida por un objeto que Ethan jamás había visto. Su madre no respondía.

Se sentó abajo y le acarició los pies, a la altura que estaba era lo único que podía tocar.

El pequeño omega decidió esperarla, siempre lo hacía.














Ethan observa los mismos colores cálidos del ocaso de ese día frente a él. El olor salado era un alivio para ese recuerdo y no se sentía tan doloroso. No sabía porqué había llegado a su mente tal imagen que quiso borrar por mucho tiempo en todos esos años.

Un sentimiento de melancolía lo recorre recordando la sonrisa de su mamá.

Baja la vista a sus manos y ve el azul de la rosa resaltar más a los rayos del sol.

"Esperanza y perdón"

Eran los significados más característicos de una rosa azul, entre amor no correspondido e inalcanzable, Ethan prefería las definiciones más alegres.

Girando su cabeza observa el rostro impasible de Assaf atrás suyo, esperándolo.

Después de contestar con un titubeante "Gracias" a las palabras del alfa que aún se registraban con claridad en la cabeza de Ethan se apresuró a terminar el plato frente a él, asegurándose de hacerlo bien y no intentar cortar la comida como en su primer intento. Assaf siguió observándolo fijamente durante el resto del tiempo, sin decir una palabra más.

Mafia RojaWhere stories live. Discover now