Especial 1

18.4K 2.4K 1K
                                    




El suave murmullo del mar Mediterráneo se filtraba a través de la ventana abierta, llenando la habitación con su aroma salado y calmante. En la tranquila casa junto al mar en algún lugar de la región de Peloponeso, Alexander había descubierto que la pronunciación de las vocales era igual de difícil que la memorización de cualquier poema de Homero. En la privacidad de su mente, podía recitar más de cinco, pero cuando llegaba la hora de deslizar la lengua entre sus dientes para que algún sonido saliera de su boca...Se enfrentaba a un muro de silencio que parecía insuperable. Cada intento de formar palabras se convertía en un desafío titánico, como si las letras se resistieran a abandonar su refugio en las profundidades de su lengua. Mientras luchaba por encontrar su voz, los versos de Homero se mezclaban en su mente, frustrándolo por su incapacidad de expresión.

La mujer frente a él, con su imagen siendo distorsionada de vez en cuando por la señal de la costa, le sonreía con paciencia en cada intento de nueva tarea. Sin embargo, esas expresiones de compasión solo le recordaban los años de vivir con miradas de lástima, el recuerdo de su mutismo como un defecto irreparable que lo marcaría de por vida.

—Intentemos con otra letra —Elyla Smith era una doctora de renombre, y su condición de beta no era un obstáculo para sobresalir en su área entre todos su compañeros alfas. Alexander sabía que, era por mucho, el paciente más difícil de tratar en todos sus veinte años de experiencia.

—"No"—Alexander alzó las manos, deteniendo a la doctora de intentar tomar de nuevo la tarjeta "A". La había superado, así como la "I" y la "O". La maldita "U" tenía que ser un pequeño desliz.

El gesto de frustración en el rostro de Alexander era evidente incluso a través de la pantalla, sus manos ágiles y precisas formaban palabras en el aire con una destreza nacida de la necesidad. Cada movimiento era un intento desesperado de comunicar su ansiedad.

—Okay, okay...para —la doctora lo frenó en seco, dejando a Alexander con las manos en el aire—. Alexander, respira.

Solo hasta ese entonces Alexander se dio cuenta del ardor en sus pulmones y de sus manos temblando de uña a uña. La exhalación salió de su boca le hizo componerse de inmediato. Se sintió avergonzado, era la tercera consulta en la que dejaba que la ansiedad lo consumiera.

—"Perdón".

—"Está bien" —respondió Eyla tranquila, volviendo a la comunicación con las manos, sabiendo que Alexander siempre se sentía más seguro con eso, a pesar de su propia insistencia de hablarle con voz firme y fuerte—. "Alexander, he estado pensando, ¿no es mejor una consulta de cara a cara? Con lo que me pagan es suficiente para comprar un vuelo, no estoy tan lejos de Grecia".

La sugerencia de Eyla hizo que Alexander levantara la mirada, considerando la posibilidad. Estaba acostumbrado a la comodidad de las sesiones en línea, pero la idea de una interacción más personal tenía su atractivo. Había avanzado mucho en los últimos meses, no fue hasta hace dos semanas que todo retrocedió al inicio. Tenia que admitir el miedo de volver al punto de partida indefinidamente.

Pero, no podía, no cuando Azra había arriesgado todo su mundo para que estuvieran estables ahí. Confiaba en su doctora, el alfa había investigó hasta la tercera generación de su familia de punta a punta y el dinero que le daban estaba triplicado. Pero un riesgo era un riesgo, y no estaba dispuesto a perder su unión, por mas fría que estos meses hubiera estado.

—"Lo siento, Eyla, pero no creo que esté listo para eso todavía" —dijo Alexander con sinceridad. Eyla asintió con comprensión, su mirada suave reflejaba una anticipación tranquila, como si hubiera previsto la negativa del omega. Después de un breve silencio, decidió abordar otro tema que había estado palpando en el aire en los últimos días, como una sombra sutil que se negaba a desaparecer.

Mafia RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora