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Ciudad de La Plata | Argentina
10 de enero de 2021

Ciudad de La Plata | Argentina 10 de enero de 2021

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Marcos Rojo | Capitulo: Gaia

¡Morena no corras que te vas a caer! — grité cuando ví que mi hija se tropezó con una mal formación de la vereda y casi come pasto.

  Ella sólo se rió y siguió corriendo. Martina soltó mi mano y la siguió. Era complicado lidiar con mis hijas.

  Las seguí por los alrededores de la plaza, hasta que decidieron adentrarse en el interior y correr acá adentro. Me resigné, en sí era un poco más seguro.

   Volver a Argentina me cambió la vida a un cien por ciento, es lo mejor que me podía pasar. Tengo a mi familia cerca, por fin voy a jugar y además, la gente de Boca ya me hizo sentir su cariño sin siquiera concretar mi llegada.

   Y un gran paso fue terminar mi matrimonio que ya no daba para más y no había como arreglar eso.  Eugenia aceptó venir a Argentina pero solo para evitar el sufrimiento de mis hijas, y eso es lo único que le agradezco. Lo que me hizo a mí es un punto y aparte y cosas que nunca vuelvo a permitir en una persona.

¡Papi mira que lindo! — gritó Martina llegando al lado mío para señalar a un perro Pug cachorro que se acercaba a nosotros corriendo con su correa colgando.

  Sonreí y me agaché para acariciarlo. Su collar color violeta me hace suponer que es hembra y que se escapó de quién la está paseando.

¿De dónde te escapaste bebé? — le hablé acariciando su pelo color claro.

¿Nos la podemos dejar, papi? — dijo Morena, lo que provocó mi risa.

No hija, hay que esperar que vengan a buscarla sus dueños. — dicho esto, levanté mi cabeza y vi que una chica venía corriendo en nuestra dirección.

  Tengo que estar meado por un elefante porque si no, no hay explicación.

Ay estás acá gorda. — volver a escuchar su voz después de algunos meses me provoca sensaciones raras. Esa última llamada dónde le desee felicidad después de verla con alguien más fue el fin de todo lo que hubo, y tampoco me buscó, por lo que deduzco le importé tres carajos.

  Me levanté y ella agarró la correa de la perra que enseguida quiso salir corriendo otra vez. Rebelde como la dueña.

¿Es tuya? — preguntó mi hija mayor acariciando aún a la perra.

¡Hola! — dijo Agustina mirando a mis hijas. — Si, se me escapó recién. Es terrible. — contó con una risa que las menores le correspondían.

Es muy linda, ¿Cómo se llama? — continuó con la conversación Morena. Dale hija, tírale un centro a papá y cortá ahí.

Se llama Gaia. — contestó acariciando la cabeza de mi hija más grande que miraba a la perra como si nunca antes hubiera visto una.

  Martina, la más chica, seguía arrodillada acariciando a la perrita. Si, era muy linda y nos daba risa que quiera irse a toda costa. Comenzó a dar vueltas en su lugar.

Bueno, nos vamos porque quiere hacer pis y hasta que busca su lugarcito y todo. — dijo ella en un intento de despedida.

¿La podemos llevar a hacer pis nosotras? — qué insistente mi hija.

Si, no tengo problema. — aceptó la rubia entregando el agarre de la correa a las manos de Morena. Me miró, esperando aprobación y asentí con mi cabeza.

Acá nomás hija, y que no se escape. — pedí. Asintió y caminó con una mano agarrando a su hermana y con la otra a la perra. Cuando mis hijas se alejaron, miré a Agustina que me miraba también.

Que chiquito es el mundo. — comentó. — Y ni hablar de lo que es La Plata.

  Mantuve mis manos en los bolsillos del pantalón y seguí con la mirada a mis hijas que todavía buscaban lugar para que la perra haga sus necesidades.

Y ni hablar de lo que debe ser Los Angeles. — respondí con ironía. Agustina rió con una carcajada.

— Y Manchester debe ser medio grande porque a tu mujer ni me la crucé. — siempre tenía la respuesta a mis provocaciones y me dejaba sin palabras. — Por cierto, en mi valija quedó una remera tuya, así que si la querés podés pasar por mi casa después.

— No, gracias. — mantuve mi seriedad y por lo visto, se sorprendió. — Dásela a Cristian que capaz la necesita.

  Mi enojo era imposible de ocultar. No me gusta que me reemplacen y que jueguen conmigo de esa manera. Por más de que me vuelva loco ella y que me muera de ganas de estar otra vez entre sus brazos, el orgullo es más fuerte que todo eso.

Ah ¿Enserio te enojaste? — dijo. — Parece que no sos consciente de lo que haces vos.

— No estoy de buen humor para pelear, déjame pasar tiempo con mis hijas y seguí tu camino. — comencé a caminar en dirección a las nenas y ella me siguió. La perra estaba haciendo pis por fin y cuando terminó, caminaron hacia nosotros. Provocando el encuentro a mitad de camino.

Bueno, fue un placer chicas. — acaricio la cabeza de ambas y agarró la correa que mi hija le entregaba. — Gracias por agarrar a Gaia porque si no todavía estaría buscandola.

  More rió y se agachó para besar a la perra y agarrar mi mano.

A mí me gustan los perros, pero en casa de mi mamá tenemos uno y mi papá no me deja tener otro en su departamento. — Morena la boca se te haga a un lado, con qué necesidad ventila intimidades.

  Agustina levantó la mirada de las nenas y me miró a mi, que al instante la evadí.

Si nos seguimos cruzando les ayudo a convencerlo, ¿Quieren? — dijo.

   Rió con mis hijas y se despidió de ellas para seguir caminando y pasear a su perra.

   Continué caminando pero mi cabeza ya no estaba acá, seguía volando y posiblemente con ella.

   Me muero de ganas de ir a buscarla corriendo porque la extraño y necesito, pero en parte me da miedo lo que nos pueda llegar a pasar. No me puedo permitir ni pensar en relacionarme sentimentalmente, aunque el universo conspire en mi contra y siempre la ponga en mi camino, tengo que ser más fuerte que él y meterme en la cabeza que no soy una persona para ella.

 

 𝑬𝒄𝒍𝒊𝒑𝒔𝒆 | 𝑴𝑨𝑹𝑪𝑶𝑺 𝑹𝑶𝑱𝑶 |Where stories live. Discover now