Ciudad de Rosario | Santa Fe | Argentina 12 de febrero de 2021
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Marcos Rojo | Capitulo: Falsa Confesión
Cerré el agua de la ducha y salí para secarme y envolver la toalla en mi cintura, con el calor que hace no pienso prender el secador, prefiero que se me seque el pelo solo.
- Dale boluda, ¿Todavia no te cambiaste? - me quejé al salir y ver a Agustina acostada, todavía envuelta en una toalla blanca, y usando el celular. Hace aproximadamente cuarenta minutos salió del baño y solamente se secó la cabeza.
- Es temprano, deja de joder. - hizo caso omiso a mis palabras y siguió en la suya.
Emprendimos viaje hoy después del mediodía, terminada mi semana de entrenamiento y su día laboral. Llegamos a la ciudad de Rosario hace unas horas y nos instalamos en un hotel reservado por Agus, ubicado en Puerto Norte, según ella, la zona más linda.
La decisión de tomar estos días y relajarme me viene muy bien después de tantas cosas acumuladas, y su compañía es perfecta. Me siento importante para ella y eso es lo que todos necesitamos en algún momento.
No puedo ocultar que me encantaría traer a mis hijas más grandes y despejarnos de todo los tres juntos, especialmente sabiendo el trato tan llevadero que tienen con Agustina, pero las cosas ahora son difíciles y tengo que soportar lo que su madre impone.
- ¿Hará frío después? - pregunté investigando en los pocos buzos que traje, después de haberme puesto un boxer y él jean negro.
- Hace mucho calor, no creo. - sentí su presencia al lado mío y al girar me encontré con ella en ropa interior, tratando de buscar ropa entre la tonelada que trajo. Bastante exagerada la nena.
- No te voy a hacer caso, cagate de frío vos. - omití su pronóstico y agarré el buzo blanco de Balenciaga para atarlo al rededor de mi cuello. Puso los ojos en blanco y sacó un pantalón negro al tiempo que descolgaba un top de la percha.
Cuarenta minutos más pasaron para que por fin termine de maquillarse y producirse. No entiendo cómo puede demorar tanto en estar lista.
Salimos del hotel para subirnos al auto y poner el GPS, tratando de evitar perdernos, porque para mí es una ciudad totalmente desconocida y ella tiene recuerdos vagos de cuando visitaba este lugar.
-A ver tu mano. - llamó mi atencion Agustina, cuando yo limpiaba el vidrio con mi mano izquierda cuando el semáforo en rojo me obligó a detener la marcha.
- ¿Que tengo? - pregunté extendiéndola hacia ella, con la otra en la palanca de cambios.
- Te sacaste la alianza. - observó detenidamente mientras pasaba la yema de sus dedos sobre dónde, antes, estaba el anillo que hacía valer mi matrimonio.
