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Marcos Rojo | Capitulo: El amor duele

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Marcos Rojo | Capitulo: El amor duele

    La alarma de mi celular suena, indicando que son las 8a.m. y en dos horas entreno en Casa Amarilla. La maldigo, suena justo cuando había logrado conciliar el sueño después de una pésima noche.

    No sé cómo sentirme. No sé si soy culpable de lo que pasó, no sé si todo lo malo que hice influyó en qué ella vuelva a buscarlo, no sé si en realidad fui el clavo que intentó sacar al otro, simplemente lo único que sé es que el amor que siento es tan fuerte como doloroso.

    Pasé la noche preguntándome qué hubiera pasado si yo nunca hubiera impuesto una distancia entre nosotros y si él nunca hubiera aparecido en su vida.

    También me da algo de remordimiento dejarla sola en esa casa tan grande y nueva, pero salir corriendo fue la posibilidad que mejor le cuadró a la situación porque no supe de qué otra manera reaccionar. 

    Me levanto para hacer mis necesidades e higienizarme, descartando la posibilidad de bañarme, y dirigirme a la cocina con el objetivo de preparar un café.

   Luego de poner a calentar agua, agarro mi celular para entrar a WhatsApp y leer sus mensajes pidiendo perdón, diciendo que se arrepiente y que puede explicar todo, y que además tiene algo muy importante que decir.

   Sí, me lo imagino, que está enamoradísima de él y que me meta la casa que nos compré en el orto.

    Decido no contestar y centrar mi atención en los mensajes de Morena desde el celular de su mamá, que me recuerda que ésta tarde tiene un show de gimnasia artística al que tengo que asistir sí o sí.

   Comienzo a batir el café cuando termino de contestarle a mi hija y luego de algunos minutos lo termino, sacando dos tostadas de la alacena y buscando el queso Casancrem en la heladera.

   Justo en el momento que pienso sentarme, el timbre de mi departamento suena. Pienso en no abrir por los pocos ánimos que tengo pero si no sería algo importante no creo que toquen a esta hora.

    Abro la puerta al tiempo que emito un "Buen día", que me interrumpo cuando veo de quién se trata.

— Imaginé que estabas acá. — dice Agustina. Cuando llora los ojos se le hinchan y la cara se le enrojece, justo como está ahora. — Puedo explicar to...

— Estoy desayunando porque entreno en un rato, si no te contesté es porque no quiero hablar. — la interrumpo manteniendo la calma.

Vos sabés que las cosas hay que hablarlas, Marcos, no podemos estar así. — los ojos se le llenan de lágrimas y la voz se le entrecorta. — Te fuiste a la mierda sin dejarme explicarte

— ¿Y qué mierda me querés explicar? — pregunto ya perdiendo la paciencia cuando ella ingresa e intenta acercarse a mí. Hago algunos pasos para atrás, intentando alejarme mientras solo llora. — Yo doy todo por vos cómo un pelotudo y vos jugando a dos puntas con ese pendejo. Te cagaste en todo lo que hago por vos y lo que tenía para nosotros. — niega con su cabeza.

Jamás jugué a dos puntas, quedó todo en esos mensajes, leelos bien, toma. — saca con nerviosismo el celular de su cartera, desbloqueándolo con las manos temblorosas para abrir el chat y mostramelo.

No seas boluda, ¿Que querés que mire? — giro mi cabeza evitando ver los mensajes y ella insiste.

Le recordé todo el tiempo que eso terminó, que estoy feliz, le dije que nos íbamos a ver para que no siga insistiendo, Marcos. — no para de llorar y no entiendo los motivos, si el que tendría que estar llorando por lo mierda que me hizo soy yo.

Justamente, le dijiste que se iban a ver, y ni siquiera estuve al tanto de eso. — mantengo mi indiferencia y ella se queda en silencio, mirándome a los ojos y esperando que de el brazo a torcer, algo que mi dolor no me permite. — Yo solamente te pido que te pongas en mi lugar, imagínate si sería yo el de los mensajes Agustina, ¿Estaríamos acá hablando?

— ¿Ya te olvidas de todo lo que yo tuve que pasar para que podamos estar juntos? — dice con tranquilidad, dejando ver cada una de las lágrimas que caen de sus ojos. No estoy para que saquemos los trapitos al sol ahora.

Dudo mucho que hayas tenido que ver mensajes justo el día que dábamos un paso tan grande.

— Peor, tuve que aguantar y dejar muchas cosas de lado para poder estar con vos por el amor inmenso que te tengo, callarme en muchas ocasiones y bancar tratos de mierda de tu parte. ¿Ya te olvidas? — insiste.  — No me justifico, pero hace autocrítica.

    No respondo sus excusas y solo evito su mirada. Pasan algunos segundos y ella vuelve a guardar su celular, dando la leve señal de que se va a ir.  No pienso responder las provocaciones, porque más allá del dolor tengo bronca y voy a terminar diciendo cosas que no quiero.

— Me tengo que cambiar, ¿Necesitas algo más? — pregunto, apurado.

    Agustina levantó su mirada nuevamente para mirarme fijo, intimidante, pero negó con la cabeza y volvió a bajar la cabeza.

— ¿Vas a volver a casa hoy? Te llevo la ropa que está en mi departamento. — El silencio inunda el departamento, porque sinceramente no sé la respuesta. Quiero entrenar, relajarme, ver a mi familia y tener tiempo para pensar lo que está pasando en mi relación, en mi cabeza y en mi vida justo ahora. — Tu silencio lo dice todo, yo tampoco me voy a quedar ahí sola.

— Somos demasiado grandes para pelear y dejar las cosas así, yéndose cada uno a su casa Agustina. — comento, entendiendo que si este sería el último día que la veo me rompería el corazón en mil pedazos. — Me duele lo que pasó, dame tiempo, déjame pensarlo y a la noche nos vemos. — digo.

    Ella se acerca, intentando abrazarme, pero tan solo alejo su cuerpo levemente con mis manos. Cómo dije, me duele todo lo que está pasando pero más me dolería que todo se termine hoy.

   Necesito tiempo para pensar lo que pasó con claridad.

   Agustina tan solo abandona el departamento sin emitir sonido, y seguramente sollozando por la actitud que acabo de tener.

    ¿Por qué el amor duele? ¿Por que?

    Un día alguien me dijo que si no duele no es amor, y quizás así sea.
   







   

   

 𝑬𝒄𝒍𝒊𝒑𝒔𝒆 | 𝑴𝑨𝑹𝑪𝑶𝑺 𝑹𝑶𝑱𝑶 |Where stories live. Discover now