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Agustina Linares | Capítulo final.
Acomodo a mi hijo para que pueda estar cómodo mientras le doy el pecho. Lucas con sus pequeñas manitos se sostiene de mi pecho y comienza a mamar desesperado, causando mi risa. Se desespera como si no hubiera estado toda la noche con la teta.
Siento voces por el pasillo, para que de pronto, Marcos ingrese con su hija Martina a la habitación, entre risas.
— Hola princesa. — digo cuando ella sube sigilosamente a la cama y se posiciona para dejar un beso en mi mejilla y uno en la cabecita de Lucas.
— ¿Como se portó? — pregunta ella, mientras queda sentada enfrente nuestro junto con su papá.
Le cuento como fue la noche de Lucas y ella escucha todo atentamente, concluyendo en que "se portó mal".
Con su papá reímos y conectamos miradas, emocionados por la situación que estamos presenciando: Martina le habla y Lucas la mira atentamente, casi sin parpadear.
Las cosas entre nosotros seguían como hace dos días. La primera noche durmió solo en la habitación de sus hijas y anoche, para no sentirse tan solo, fue a buscar a su hija que hace días quería venir.
De igual manera, se despierta con cada mínimo llanto de Lucas y se acerca para corroborar que todo esté bien, además de colaborar para que su llanto cese.
Trato de no ser tan distante, tan fría, pero mi corazón no me lo permite. Me duele lo que hizo, me duele lo que siento, me duele creer que todo por lo que pasamos no significa nada para él al lado de lo que vivió con su ex mujer.
— ¿Querés que lo tenga? — pregunta cuándo mi hijo ya no quiere mas teta.
— Si, así me levanto y preparo algo para desayunar. — digo, entregándole a mi hijo para que él comience a hablarle y reír con las muecas que hace Lucas.
Entro al baño para hacer toda mi rutina de la mañana y cambiarme con la primera muda de ropa que encontré. Al salir, Martina salía por la puerta de la habitación, mientras Marcos sigue acostado boca abajo con Lucas mirándolo fijo.
— Marti se fue a poner algo en los pies para acompañarte. — dice, fijando su mirada en mi mientras acomodo de manera rápida lo que había sobre la mesa de noche.
— ¿Te preparo algo? — pregunto.
— ¿Tomamos unos mates? — asiento levemente mientras termino con lo mío para dirigir una última mirada a ellos y confirmar que todo está bien y mi hijo no puede estar en mejores manos que las de su papá.
Me dirijo a la planta baja de casa siendo seguida por Martina que toma mi mano de repente y comienza a hablarme. Con todas las pilas arranca la mañana mi nena.
