14 de julio de 2022 Ciudad de La Plata | Buenos Aires
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Agustina Linares | Capítulo: Soy feliz
Lucas llora desconsolado, sin parar, y se lo atribuyo a los dolores de panza que la pediatra advirtió que podían aparecer. Trato de calmarlo con masajes, moviéndome con él a upa por todo el living de casa, pero no hay chance.
Hasta llego a sentirme culpable por todo lo que estoy atravesando, ya que según algunos mitos, los nervios que una pasa le transmiten malas energías al bebé por la lactancia.
Pero tampoco sé cómo sentirme. Intento estar mejor, dejar de lado mi situación sentimental, pero no puedo. Pasó un mes y la situación con Marcos sigue igual que apenas discutimos.
Trata de negarme todo, de pedir perdón, de hacer las cosas bien, pero no funciona.
Me duele el corazón. Me siento una boluda. Estoy decepcionada y es muy triste sentir que no hay con que darle a la decepción que me causó el mensaje de su ex, tal que ni siquiera quise seguir leyendo.
Primero que me haya ocultado que la vio, sea cual sea el contexto y los motivos, luego que haya inventado lo del divorcio para excusarse y querer convencerme, y la gota que rebalsó el vaso fue lo del ADN. Si hay algo que él no puede poner en duda es su paternidad.
Lucas grita aún más, haciéndome llorar ahora a mí que no se que mierda hacer con esta situación.
Como por arte de magia, siento la puerta de casa abrirse y al mirar el reloj de pared que marca las 18:30, recuerdo que a esta hora llegas su papá de entrenar en Ezeiza.
— Hola Agus. — dice distante, manteniendo la misma postura de hace un mes, acercándose y dejando sus pertenencias sobre la mesa. — Hijo, ¿qué pasa? — pregunta, ante el llanto incesante de mi bebé. Lo toma en sus brazos luego de que se lo entrego.
— Está llorando hace un ratito, para y arranca atrás vez. — digo, con la voz temblorosa por el llanto. — Estoy segura que son los cólicos, pero si no para voy a llevarlo a la guardia. — explico, apresurada mientras él lo acomoda sobre su brazo derecho y con la mano izquierda hace leves caricias en la panza de Lucas, que poco a poco deja de llorar mirando fijo a su papá.
—Bueno tranquilízate, no te pongas nerviosa porque es peor. — me dice demostrando total experiencia con la situación. — ¿Qué pasa mi amor? ¿Te duele un poco la panza? — le habla con una voz súper tierna y se mueve levemente en su lugar mientras sigue acariciando a Lucas, bajo mi atenta mirada, cuando los quejidos de mi bebé siguen haciéndose notar. — Ya va a pasar bebé, ya va a pasar. — lo calma por completo al cabo de unos minutos, mientras me mantengo estática frente a él, admirando su capacidad para comprender y calmar a su hijo.
