Ciudad de La Plata | Argentina Viernes 16 de abril de 2021
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Marcos Rojo | Capitulo: Fuego y cenizas
Más de dos semanas sin saber de Agustina me están volviendo loco y aflora en mi la necesidad de tenerla cerca. Sólo se de ella lo que quiere que sepa, mediante historias de Instagram o estados de WhatsApp.
Trato de cumplir lo que me pidió cuando le escribí unos días después a nuestra discusión: tiempo. El tiempo que ella empleó en esperarme a mi, ahora lo quiere de vuelta para pensar en qué es lo mejor.
Y si me dejó estar, sé que salgo perdiendo. Tomo consciencia de todas las cosas malas que hice con ella y tengo todas las de perder.
No puedo negar que tengo momentos de debilidad dónde la necesito y la extraño, pero se me pasa rápido cuando recuerdo sus ganas de no verme más y prefiero no molestar.
Me acostumbré tanto a su compañía, su alegría que me contagiaba y su cariño que ahora me siento vacío, solo, y elijo pasar más tiempo con mis hijas.
Justamente ahora, desde que salí del entrenamiento de la tarde en Ezeiza, estoy en la casa de mi ex mujer con Luna en brazos y aprovechando el silencio, ya que Morena y Martina están cambiándose para dormir.
Cenamos los cinco juntos como antes, ya que accedí a la insistencia de las dos nenas y su madre, debido a que no tengo nada para hacer y estoy cansado de estar solo.
— Están terribles esas dos. — menciona Eugenia al llegar a la sala de estar y sentarse justo frente a mí. — Ahora que se fueron quiero hablar con vos.
— ¿Qué? — pregunto sin muchos ánimos, a decir verdad.
— Morena vino llorando de tu cumpleaños. — cuenta, y siento ese tono de reclamo que está empleando. —¿No te parece que vas muy rápido con tu noviecita? — fijo mis ojos en ella, sorprendido de las palabras que está utilizando, ¿Qué le pasa? — No hace ni seis meses que te fuiste de acá, y Morena eso lo sabe, es más consciente de lo que nos imaginamos.
— Primero, no es mi novia, y segundo me fui en enero pero sabes perfectamente que lo nuestro murió hace rato — no hablo para nada tranquilo, y Luna en mis brazos se despierta.
Me levanto para acunarla y que vuelva a retomar su sueño, bajo la atenta mirada de su mamá.
— Yo sé eso pero tu hija no, y lo importante es el bienestar de ellas como siempre dijimos. ¿Te parece bien que venga llorando después de tu cumpleaños? Por algo no la quiere. — dejo salir una risa irónica, entendiendo por dónde viene todo.
— No le hizo nada para que no la quiera, podría jurar que todo viene porque vos le llenas la cabeza. — afirmo, ganando una negación con su cabeza.
