Camera

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Victoria sintió los ojos pesados; había estado llorando demasiado, lo recordaba. Le costó poco adaptarse a la luz puesto que estaba cerca del anochecer, pero lo menos que quería era pensar en volver a casa.

Bostezó, unos brazos la envolvían sin ganas de soltarla, se permitió disfrutar de la sensación de calma que le otorgaban el abrazo de Jadelyn, estaba tan tranquila y apacible que parecía carecer de la capacidad de hacerle daño a alguien. Acarició su rostro y la chica pareció disfrutar del contacto aún en sus sueños, no se alejó, pero detuvo el movimiento de sus dedos. Le había confesado su secreto sin más, no le importó que se tratara de la chica que había regado café oscuro en su ropa el primer día, tampoco pensó en que le había empujado desde un andamio alto hasta un colchón inflable aquella vez; le importó que Jade estaba allí, apoyándola cuando estaba destrozada por la indolencia de su madre y la ausencia de su padre, Jadelyn August West estaba allí, abrazándola mientras dormían porque se había tomado el tiempo de consolarla al verla llorar.

La azabache bostezó, e inmediatamente Tori alejó su mano hundiéndose en su cuello, ella rio, nada podía perturbar la paz que se daban mutuamente en ese pequeño espacio, como si nada de lo que se había escrito antes tuviese relevancia alguna.

—¿Vas a esconderte ahí toda la vida? —su voz salió ronca, y Victoria no pudo hacer más que temblar.

—¿Podría? —se sorprendió a sí misma preguntando, pero la respuesta fue un gruñido que le dijo todo lo que necesitaba saber.

—No, pero solo porque muero de hambre, ven, iremos a mi casa.

—Ay Jade, no tienes que...

—Cállate y vámonos —lo entendió, no hubo necesidad de que dijera más. Ambas se pusieron de pie y arreglaron un poco el desastre de sus prendas.

—Tú cocinas, a menos que quieras pedir algo de comer —rio de vuelta, las ocurrencias de la gótica eran en buena parte lo que la había mantenido a su lado porque aunque era cruel y despiadada tenía un gran sentido del humor que ayudaba a equilibrar las cosas para bien.

Bajaron por la escalera de cuerda que llevaba al claro de bosque, y subieron al auto de nuevo.

Million Reasons de Lady Gaga sonaba a todo volumen en el auto, la mitad latina cantaba tranquilamente dando pequeños golpes al ritmo de la melodía con sus dedos en el marco de la ventana. Jade detuvo la marcha en un semáforo y se tomó el tiempo de mirarla: se veía cansada, sus ojos estaban perdidos en el horizonte o en la lluvia que comenzaban a caer anunciando la llegada del invierno. Encendió la calefacción y volvió la vista a Tori.

—Eres hermosa —susurró segura de que la morena no la escucharía gracias al ruido de la música y retomó el camino concentrándose en la carretera.

No demoraron demasiado en llegar, afortunadamente no había muchos autos en el camino, supuso que se trataba de la hora. La castaña se tomó un momento antes de bajar del auto siguiendo a Jade, quien se había adelantado sin más y estaba abriendo la puerta cuando pudo alcanzarla.

—¿Y tus padres...? —preguntó entre curiosa y extrañada.

—No vivo con ellos desde hace un tiempo, pero pagan mis cuentas con mis abuelos y se aseguran de que no me falte nada. Sé que quizá creas que soy una niña de papi y mami pero... Solo olvidémoslo y quedemos en que vivo por mi cuenta, ¿de acuerdo, Vega?

—Vale.

Sonrió de lado, y después de indicarle que dormirían en habitaciones separadas mientras le daba un recorrido por el departamento, bajaron nuevamente a la cocina; la mitad latina ató su cabello en una coleta alta y se deshizo de la chaqueta de cuero que Jade le había dado; muy a su pesar, por cierto.

THE LOOK IN HER EYES [EDITANDO]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant