QUIERO AGUA

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ENTRE SUEÑOS Y REALIDADES (Capítulo 3)

NARCISA

Todo se me salió de las manos, cuando quedé embarazada por segunda vez, siendo Lúa todavía una bebé, así que mi hermana Analia vino a vivir conmigo para ayudarme a cuidar a Lúa, pero en la casa pasaba algo, es como si en ella se hubiera abierto algún tipo de caja de pandora, estaba llena de sucesos extraños, no podías estar fuera de casa después del atardecer, porque te arriesgabas a que un ser del más allá, te sacara un buen susto.

MAYO 1987

—Puja, Puja Narcisa—

La bebé lloró.

Aún no entiendo porque este segundo parto fue tan fácil, a pesar de que no fui al hospital, y decidí quedarme en casa, fue un parto verdaderamente fácil, me atendió una partera, y aún así no sufrí lo que sufrí cuando nació Lúa.

Jesse, había nacido cuando Lúa tenía apenas 22 meses de nacida, mis dos hijas no se llevaban ni siquiera dos años.

A diferentes de Lúa, Jesse era preciosa, blanca, labios rosaditos, cabello hermoso, era una niña que no daba vergüenza que la vieran.

Analia se dedicaba a cuidar a Lúa, que para entonces ya caminaba, era de piel morena clara, tenía un cabello lleno de caireles, ya no era tan desagradable de ver, como cuando nació, era una niña extremadamente extrovertida.

Con el paso de los meses Jesse enfermó de tal manera, que nos la vivíamos entre médicos, hospitales, todo el dinero se gastó en ella, y yo sentía que se me iba el alma, mi bebé, mi niña apenas respiraba y nadie sabía decirnos que tenía, fue un año y medio de médicos y buscar un diagnóstico, un año y medio en el que no sabía mucho de Lúa, toda mu atención, dedicación y amor estaba puesto en Jesse, era ella quien me necesitaba.

Lúa tenía 3 años cuando empezó todo aquello, recuerdo bien, que ella, Analia y yo fuimos al campo de elotes que tenía mi esposo, la senté en lo alto, junto al sembradío de frijol.

—quédate aquí y canta, para poder saber que estás aquí, no tengas miedo, ya regreso— dije.

Analia y yo bajamos a donde estaba el sembradío de elote y empezamos a cortar, podía escuchar los cantos de Lúa.

«Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, alabaré a mi señor, Juan vio el número de los redimidos, y todos alababan al señor, unos oraban, otros cantaban, pero todos alababan al señor♪...»

—No dejes de cantar Lúa, así puedo saber exactamente donde estás— dije.

Terminamos de cortar los elotes, subimos y me encontré con la sorpresa de que Lúa había cortado un montón de matitas de frijol.

Llegamos a casa, todo estaba bien.

Pero al caer la noche todo cambió, Lúa dormía con su papá, y nos despertaron sus gritos, encendimos una candil de gas, pues en ese entonces no se contaba con energía eléctrica.

Lúa miraba hacia el techo y es como si algo se le lanzase encima, porque ella gritaba —¡Uy!— y se metía entre las costillas de mi esposo, como escondiéndose de algo, y así una vez, tras otra, tras otra, Lúa estaba bañada de sudor y parecía que ella lograba algo que nosotros no.

—Agua— dijo Lúa.

—La niña quiere agua, ve a traerle un poco— dije a mi esposo.

El salió de la habitación, Analia y yo observabamos detenidamente a Lúa, su mirada estaba perdida, como en la nada

Mi esposo trajo el agua y se la dio a Lúa.

—No, yo quiero de la que está en la mesa— dijo, señalando hacía la mesa que teníamos en la habitación.

Pero el problema era, que en la mesa no había absolutamente nada.

Continuará...

- Lissbeth SM.

ENTRE SUEÑOS Y REALIDADESWhere stories live. Discover now