EL TIEMPO VUELA

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ENTRE SUEÑOS Y REALIDADES (Capítulo 23)

En cuando lo vi, corrí hacia sus brazos, lo abracé y sentí que todo tenía sentido, ¡era Israel! Y estaba de vuelta, puede parecer tonto que dos niños puedan ayudarse tanto, quererse tanto, extrañarse tanto, pero aunque nadie lo entienda, al lado de Israel yo me sentía segura, en paz, nada dolía, nada me daba miedo, con Israel podía ser yo, mi sonrisa no era findida, con él parecía que el tiempo se detenía, y el dolor se convertía en felicidad, si, con Israel yo era una niña plenamente feliz.

Él levantó mi rostro con su mano fría y pálida, y entonces me perdí en esos ojitos color avellana, que brillaban como si todas las constelaciones habitaban en ellos, para mí Israel era algo más que un simple ser humano, para mí era magia, pero de esa magia que nadie cree que existe, ¡Pero claro que existe! Israel la llevaba en cada pero de piel, en cada centímetro de su existencia.

Estaba cambiado, los años sin vernos habían hecho cambios en él, estaba más alto, seguía siendo súper delgado, sus dientecitos chuecos, su cabello muy bien peinado, sus labios bien formados, y esos pequeños lunares que lo hacían ver como galletita con chispas de chocolate.

—¡Te extrañé tanto!— dije, con las lágrimas corriendo por mis mejillas, cual deslave emocional.

Él, limpió las lágrimas con sus dedos pulgares, —el sentimiento es mutuo— respondió.

Nos quedamos abrazados unos segundos, minutos, horas, no sé.

—Perdóname, no fue que quisiese abandonarte pero, no pude avisarte, y no podía regresar, mandé a Blue para que intentara ayudarte, porque vi todo lo que te estaba pasando y el dolor me carcomia el alma pero no podía venir, nunca he querido dejarte sola, Lúa— dijo.

—Lo importante es que ya estas de regreso— dije.

Nos sentamos y nos tomamos de la mano, estuvimos en silencio viendo el atardecer.

Cuando el cielo empezó a tornarse naranja, rojizo, suspiré.

—¿Qué pasa?— Preguntó Israel.

—Algún día tendré el cabello de ese color— respondí, con una sonrisa enorme.

—Y seguirás siendo preciosa, llevando el atardecer en tu cabello— respondió.

Me recosté en su hombro y él sujetó muy fuerte mi mano.

Caminamos de regreso a casa, me dejó en la entrada.

—Ahora en todo momento, estaré— dijo, mientras me daba un beso en la mejilla.

Cumplí once, luego doce, luego trece, y la vida transcurría entre golpes, malos tratos de mamá, mi rebeldía, mis buenas notas en la escuela, escaparme de la casa para poder ver a Israel, Blue nos ayudaba, Israel era cada vez más guapo y yo me sentía cada vez más fea.

Días antes de mis quince la vida me cambiaría para siempre, y días después de mis quince, desearía morir.

Continuará...

- Lissbeth SM.

ENTRE SUEÑOS Y REALIDADESWhere stories live. Discover now