EL HOSPITAL

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ENTRE SUEÑOS Y REALIDADES (Capítulo 7)

Llegamos al hospital nos estaban esperando con camilla y varios enfermeros y Médicos.

—¿Quién es la paciente?— Preguntó el Médico que al parecer era quien  dirigía a todos.

—Ella, mi niña— dije, tomando a Lúa entre mis brazos.

—¿Ella? Entonces en el hospital se equivocaron con el diagnóstico, ella tiene las mejillas rosadas y se ve perfectamente bien, dudo que tenga lo que dijeron en la carta que nos enviaron, igual vamos a hacerle análisis, enfermera por favor, acompañe a la señora y la niña al laboratorio— dijo el Médico.

La enfermera nos llevó por un pasillo largo, lleno de luces parpadeantes, el Hospital de Especialidades era uno de los hospitales privados más costosos del país, pero definitivamente no iba a dejar morir a mi pequeña.

El lugar era frío, tétrico, era la primera vez que yo estaba en un lugar así, no sabía que pensar o que creer, pero en definitiva, tenía miedo de lo que podía pasarle a Lúa, llegamos al laboratorio, le extrajeron sangre a mi pequeña, tan valiente, no lloró.

Luego nos llevaron a un tipo de sala de espera, pasada una hora llegó el Médico, era un Hematologo, me explicó que Lúa, si tenía todo lo que me habían dicho los médicos anteriores, que no entendía porque aún estaba bien, que con todo lo que tenía, ella debería tener hemorragias fuertes, así que debían ponerla en tratamiento, inmediatamente.

Nos llevaron al área pediátrica, me dieron una camilla para Lúa en la parte ambulatoria del hospital, ya que estaríamos ahí solo un momento, le colocaron medicamentos intravenosos.

—Mi amor te quedas aquí quietecita yo voy a ir al baño, ya regreso— dije.

LUA

Son varios los recuerdos que tengo de aquel entonces, pero todos son fuertes y claros.

Mamá dijo que iría al baño y me dejó sola en la sala de aquel hospital, habían más niños en las otras camillas, unos lloraban, otros jugaban, otros dormían, de pronto lo vi venir hacia mí, ese niño se veía tan asustado y desorientado, era un poco más alto que yo, morenito claro, algo así con café con leche, calculo que era un poco mayor que yo, tenía tal vez, ocho o nueve años, su cabello negro, era flaquito, tenía sus dientecitos chuecos, sus orejitas un poco más grandes que las mías, pero sus ojos y su sonrisa, Dios mío, hasta hoy no he podido olvidar esos ojitos y esa sonrisa tan preciosa, sus ojos parecían como un cielo estrellado, eran color avellana, y su sonrisa era de medio lado, era un niño que llamaba la atención de eso no tengo duda alguna.

—Hola, ¿eso te duele mucho?— dijo, con una voz bastante tenue y dulce.

Teniéndolo cerca de mí, pude notar que traía un vendaje en la cabeza, sus labios estaban un poco miedos y bajo sus ojos habían unas ojeras demasiado marcadas.

—Duele, pero creo que duele más tu cabecita— respondí.

El sonrío, éramos dos niños jugando a ser grandes, con nuestra charla.

—Soy Israel, ¿cómo te llamas vos?—

—Soy Lúa—

—¿Qué te pasó?— dijo.

—Aún no sé, veo y escucho a los médicos hablar con mamá de mí, pero nadie se ha tomado el tiempo de explicarme a mí, ¿y a vos que te pasó?— Pregunté.

—Mi familia y yo tuvimos un accidente, pero todos estamos bien— dijo, sonriendo.

Yo era una niña, pero puedo jurar que la sonrisa de aquel niño me dio el valor para aguantar el dolor de mi bracito.

De pronto se escucharon unos gritos por toda el área pediátrica, —No, no, no, no, no, Doctor, es mi hijo, haga algo!—

—Esos gritos son de mamá, debo irme— dijo el niño bonito, corriendo a toda prisa.

Yo levanté mi mano para decirle adiós, él se detuvo en la puerta y también subió su mano, y volvió a sonreír.

—¿A quién le sonríes?— Preguntó mamá, que estaba regresando del baño.

—A un niño que está aquí porque tuvo un accidente con su familia y vino a platicar conmigo, mamita— dije.

Terminó de pasar mi medicamento, los médicos le dieron recetas a mamá, medicamentos, y dijeron que volviera en una semana, salimos del hospital, yo volteé a ver hacia el hospital y en unas de las ventanas del tercer nivel, estaba él, Israel, diciéndome adiós con su mano, yo hice lo mismo mientras mamá me jalaba, para que avanzara.

Ese día en ese hospital me cambiaría la vida para siempre.

Continuará...

- Lissbeth SM.

ENTRE SUEÑOS Y REALIDADESWhere stories live. Discover now