NO VENGAS AQUÍ

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ENTRE SUEÑOS Y REALIDADES (Capítulo 33)

Corrí hacia Lúa, aún logré detenerla para que no se golpeara contra el suelo, estaba llena de sangre, sentí que se me iba el alma, empecé a revisarle, tenía sus brazos llenos de cortes, tenia una cortada bastante profunda en su pierna.

—Mi amor, ¿qué hiciste? —Pregunté, con lágrimas en los ojos.

Lúa apenas lograba abrir los ojos, intentaba hablar, lo lograba hacerlo, no tenía fuerzas, necesitaba hacer algo, así que la tomé entre mis brazos, y salí de la casa.

—¡Ayúdenme, por favor que alguien me ayude —grité.

Varios vecinos salieron, entre ellos la mamá de Lúa, que corrió a mí.

—¿Qué carajos le hiciste a mi hija, muchachito? —Preguntó, muy enojada y preocupada.

—¿Yo? Nada señora, nada, llegó a casa e iba sangrando, debemos llevarla a un hospital —dije.

La señora llamó una ambulancia, subí con Lúa, no soltaba su mano, solo rogaba que Lúa no me dejara, rogaba a Dios porque no me la quitara, Lúa merecía vivir, ser feliz, aunque eso significara perderle, verle formar una vida y una familia con alguien más, bajaron a Lúa de la ambulancia, fueron directo a emergencia, obligándome a soltarle la mano, y entonces ya nadie me veía.

Entre con ellos a emergencia.

—Es una niña, ¿cómo una niña puede querer acabar con ella misma —dijo una doctora.

Y yo sentí mucha culpa.

LÚA

Abrí los ojos y no sabía dónde estaba, todo estaba oscuro, parecía estar en un agujero.

—¿Qué hago aquí? ¿Dónde estoy? ¡Auxilio! —grité.

Y entonces la vi otra vez, esa mujer de mis sueños, era el único punto blanco en medio de toda esa oscuridad.

—Debes ayudarnos Lúa, Israel ya no puede seguir en medio de la nada, él debe ir a donde pertenece —dijo.

—El pertenece aquí a mi lado, no voy a ayudarles a llevarse al hombre que amo —respondí.

—Tenés que ayudarnos, por la buenas o por las malas, porque ahora estas en mis dominios y si no quiero no vas a salir de aquí, y así lo obligarnos a venir por vos —dijo.

—Ja, ja, ja, ja, ja, ¿Crees que vas a retenerme aquí? No me conoces, Cone o como te llames, no te tengo miedo y menos si de Israel se trata —dije.

—Suerte con ello Lúa —dijo caminando hacia la oscuridad más densa, —Ah, por cierto, le temes a las alturas, ¿verdad? —dijo levantando la mano, y el piso se movió, déjame ir en caída libre.

—Aaaah, no, no, no, no, no, aaaaaah —grité.

ISRAEL

Lúa ya estaba en su habitación y yo estaba ahí con ella, estaba dormida, y de repente su intranquilidad fue notoria, a pesar de estar sujetada a la cama porque los médicos creían que había intentado suicidarse, pero la veía moverse, era más que obvio que algo estaba pasando con ella, la tomé de la mano, solo quería que supiera que estaba aquí, con ella, al tomarle la mano lo supe, los cones, eran ellos, debía ir por ella.

LÚA

Sentí la mano de Israel y eso solo significaba una cosa, el vendría por mí, no podía permitirlo, pero no dejaba de caer, esto era un abismo interminable, mientras caía me veía la cama del hospital, el aire chocaba contra mi rostro me estaba ahogando, ya no podía respirar, ¡Dios mío, ayúdame!

—¡Aaaaaaaaah! —grité.

De repente por un segundo vi a Israel, él estaba intentando entrar, y no iba permitirlo.

—Israel, no entreeeeeeeeeeeees, ¡aaaaaaaaaaaaah! —grité.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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