LOS CASTIGOS EMPIEZAN

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ENTRE SUEÑOS Y REALIDADES (Capítulo 10)

Israel, estaba ahí parado frente al lado mío, Jesse siguió corriendo, creo que ella ni siquiera se dio cuenta de lo que pasaba, yo me le quedé viendo a Israel, él me sonrió, yo estaba toda despeinada, mi vestido estaba arrugado y mis calcetitas estaban desoladas, y tenía impregnado el olor al sexo de Edgar, caminé hasta el poste del cableado de luz que estaba en la calle, me sostuve de él mientras vomitaba, Edgar se acercó a mí, me sostuvo el cabello, cuando dejé de vomitar, lo alejé de mí, yo tenía los ojos llenos de lágrimas.

—Me dijiste que éramos vecinos, durante semanas salí todas las tardes a esperarte para jugar, ¡quería que estuvieras en mi cumpleaños! Si hubieses estado aquí en las tardes para jugar, todo sería distinto, no estaría sintiéndome como me siento, estoy sucia, ¡Edgar me ensució, Israel!— dije bajando la mirada.

Israel me tomó de la mano, y me llevó hacia la acera se sentó ahí conmigo, tomó mi mano y la acariciaba, me sonreía.

—Perdón por llegar tarde, no quise que te lastimaran, no quise que te hicieran lo que te hicieron, intenté evitarlo, pero no sabía cómo, solo lo intenté, yo siempre voy a cuidarte, siempre voy a intentar que no te lastimen, porque sos lo único que tengo, para mi familia soy totalmente invisible, pero para vos no lo soy, nadie me ve como lo haces vos, y no puedo permitir que te hagan daño— dijo, mientras arreglaba mis coletas.

Me sentí segura de lo que me decía, me sentí segura con él y lo abracé fuerte.

—Lúa, ya es tarde, entrante— dijo mamá.

—Tengo que irme, o mamá va regañarme— dije limpiándome la cara.

—Lúa, que quede claro que esto no fue tu culpa, ah y mañana vendré temprano porque quiero llevarte a un lugar muy bonito— dijo Israel.

Asentí, y corrí hacia la casa.

Volteé a ver hacia la casa de los recién casados y Edgar estaba espiando por la ventana, sentí un escalofrío en la espalda y corrí lo más rápido posible, entré a la casa, fui directamente al baño, quité mi vestido, mis zapatos y luego mis calcetas, me metí a bañar, no sé porque hacía esto pero sentía la necesidad de lavar mi cuerpo, salí del baño con la ropa y los zapatos en mano y los mentí al bote de la basura sin que nadie me viera, iba hacia mi habitación, cuando salió mamá de la cocina, se me quedó viendo con asco.

—¡Yo no sé qué es lo que está pasando con vos, pero te estás poniendo tan gorda, a partir de mañana vas a iniciar una dieta, pareces pelotita— dijo mamá.

Sentí una puñalada en el pecho, no dije nada, solo sentía unas ganas enormes de llorar, bajé el rostro y caminé hacia mi habitación, entré, Jesse ya estaba dormida, me metí a la cama y lloré, esa noche tuve muchas pesadillas.

A la mañana siguiente me despertaron los gritos de mamá, estaba en mi habitación, me tomó del cabello y me sacó de la cama, me llevó a rastras hacia el patio y me aventó, caí al lado de la ropa que había tirado la noche anterior a la basura.

—¿Por qué tiras tu ropa a la basura? ¿Crees que somos millonarios?— gritó mamá, dándome el primer cinturonazo.

—Ya no quiero esa ropa y esos zapatos, ya no los quiero, están sucios, huelen feo— dije en tono de suplica.

—¿Estás tonta? ¿Es que la manteca ya se te subió a la cabeza? ¿Cómo no van a estar sucios y oler mal si los tiraste a la basura— dijo dándome otro cinturonazo.

—Mamita es que yo no los quiero— dije.

—Pues aquí mando yo y esa ropa no se tira, y para que aprendas a ser cuidadosa, estas castigada, hoy no salis a jugar— dijo.

—No mamita, por favor, no sea así, yo quiero salir a jugar, quedé con mi amigo Israel que jugaríamos hoy, hago lo que quiera, pero por favor no me castigue así— dije.

—Pues póngase a lavar los platos si quiere salir— dijo.

Corrí hacia la cocina a lavar los platos, desayunamos, y también lavé los platos del desayuno, mamá preparó la comida, también lavé los platos de la comida, cuando llegó la tarde, iba hacia a la calle a jugar.

—¿Y vos para donde vas?— Preguntó mamá.

—A jugar— dije muy emocionada.

—No, vos no vas a salir— dijo mamá.

—Mamita, pero usted dijo que si lavaba todos los platos podía salir a jugar—

—Pues no, vas a aprender que en esta casa se trabaja sin esperar algo a cambio— dijo sonriendo.

Empecé a llorar.

—Mira mejor quítate de aquí, sino queres que te agarre del pelo— dijo mamá.

Fui a mi habitación a llorar, no iba a poder ver a Israel.

Al caer la noche fui a la cocina para cenar, ya todos estaban en la mesa.

—No, no, no, vaya para allá, usted no va cenar le dije que iba a empezar con la dieta, y lo que hace que una persona engorde es la cena, así que a partir de hoy, usted ya no cena— dijo mamá.

No dije nada y fui a mi habitación, no podía dormir, mi pancita no dejaba de hacer ruido, tenía hambre, me levanté, fui a la cocina y me tomé un vaso con agua, no sirvió de mucho.

A la mañana siguiente, mamá me mandó a la tienda por huevos, llegué a la tienda, pedí los huevos, y cuando iba saliendo, Edgar iba llegando, me tomó del brazo.

—Espero que llegues hoy para que juguemos, porque ayer no llegaste y sino llegas, le voy a contar a tu mamá lo que hacemos— dijo tomándome del brazo.

Yo temblaba tanto, que dejé caer los huevos.

Salí corriendo y llegué a casa contándole a mamá que había dejado caer los huevos, mamá no dijo nada solo me tomó del cabello y me golpeó con el cinturón, para después mandarme a comprar más huevos.

Ya no desayuné, tenía miedo, pánico, pero tenía que ir a jugar con el vecino porque si le contaba a mamá, mamá iba a matarme a golpes.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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