LA NIÑA DE LOS VESTIDOS

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ENTRE SUEÑOS Y REALIDADES (Capítulo 8)

NARCISA

Regresamos a casa, Lúa seguía con los medicamentos, y tenía cita en un mes, para entonces ya nos habríamos mudado al pueblo, Ipala, mi esposo había vendido varios muebles hechos por él, y los habían pagado bien, así que compró una casita en el pueblo, al fin saldríamos de esta aldea y dejaría de vivir cerca de mis suegros que nos habían hecho la vida imposible,

Llegó el día de la mudanza, todas nuestras cosas cupieron en un camión pequeño, teníamos poco, pero éramos felices, Lúa se estaba recuperado y Jesse era una niña preciosa y feliz, llegamos al pueblo, entramos a la casa, era pequeña, con los techos extremadamente bajos, pero era nuestra y estábamos juntos, las paredes eran de adobes de tierra, pisos de cemento, textos de teja, era en verdad humilde, pero bonita.

Empecé a darle vitaminas a Lúa, porque quería que tuviera defensas, no quería gastar más dinero, la tal Púrpura vascular nos había dejado casi en la calle, así que tenía que hacer algo, pero empecé a notar algo extraño, Lúa se estaba hinchando, así que tuve que llevarla de nuevo al Médico, ya tenía la cita en la capital del país, ya sea para darla de alta con el medicamento o aumentarle la dosis, hice el viaje, llegué nuevamente a casa de mi hermana, todo se veía mejor.

Al día siguiente fuimos al hospital, muy temprano, el Médico nos recibió, mandó a hacerle análisis a Lúa.

—¿Cómo ve a la Lúa, ha tenido mejorías?— Preguntó el Médico.

—Si, ya no ha tenido moretones, yo empecé a darle vitaminas— dije.

—Señora, deje de darle a su hija lo que no necesita, cuando esté grande y no pueda bajar de peso, le dice que es culpa suya— dijo el Médico.

Me molesté, pero no dije nada.

Nos envió a la parte ambulatoria del hospital, le pondrían un último medicamento intravenoso a Lúa y después de ello, todo habría quedado atrás, le pusieron el medicamento en su vena, y yo fui por algo de comer.

LUA

Estaba jugando a contar las hojas caían del árbol que se veía por la ventana, me gustaba verlas.

—Hola, ¿otra vez acá?— preguntaron.

Volteé a ver, ¡era Israel! Sonreí al verle.

—¿Qué haces aún acá?— Pregunté.

—Mamá aún no viene por mí, ¿vos cuándo te vas?— Preguntó.

—Yo me voy hoy mismo y mañana regreso a casa— dije.

—¡Yo también me voy hoy a casa!— respondió Israel.

Vi a mamá por la ventana, aún estaba un poco lejos de donde yo estaba.

—¡Ya viene mi mami!— dije.

—Me tengo que ir, ¿puedo darte un abrazo?— Preguntó Israel.

—Claro— respondí, muy sonriente.

Israel se acercó a mí, y sentí una sensación de invasión, y es lo último que recuerdo, desperté en casa de mi tía, en los brazos de mamá.

—Vaya la bella durmiente ya abrió los ojos, hoy si has dormido— dijo mamá.

Regresamos a casa al día siguiente, puesto que el fin de semana, iríamos a la boda de la hija del señor Marcos, él era quien compraba los muebles que hacía papá.

Fuimos a la boda, era muy bonita, Marleny y Edgar (los esposos) se veían muy felices.

Fui al baño en medio de la recepción, y oh sorpresa saliendo del baño sentí un escalofrío horrible y me topé con Isarael.

—Israel, ¿qué haces aquí?—

—Mi familia y yo nos acabamos de mudar, seremos vecinos— dijo.

—¡Podremos jugar juntos!— dije.

Israel se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.

Yo tenía solo cinco años, pero puedo jurar que nunca sentí tan bonito en mi vida, como me sentí con ese pequeño beso inocente en mi mijella.

Salí corriendo, e Ismael me gritó, me detuve y volteé a verlo.

—Ese vestido te queda muy bonito— dijo.

Me sonrojé y seguí corriendo, ese día amé mis vestidos y mis calcetitas de encaje, ese día amé ser... la niña de los vestidos.

La boda terminó, fuimos a casa.

Pasó una semana y yo todos los días salia a jugar a la calle, quería ver a Israel, fue inútil.

Un camión se estacionó frente a nuestra casa, y empezaron a bajar muchas cosas, yo estaba emocionada, creí que era la familia de Israel.

Pero no, del camión se bajaron Marleny y Edgar, los recién casados, ellos vivirían frente a nosotros.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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