UN DÍA CASI PERFECTO

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ENTRE SUEÑOS Y REALIDADES (Capítulo 13)

Esa noche casi no pude dormir, sentía mucha emoción, me fui al colegio con la emoción a flor de piel, sentí que las clases fueron más lentas de lo normal, quería llegar a casa, quería bañarme y poner mi vestido más bonito, calcetitas de encaje y mis mejores zapatos, sonó el timbre de salida, corrí a casa, creo que fui la primera en salir, llegué a casa corriendo, tiré la mochila en el sofá, mamá se me quedó viendo, corrí a meterme a la regadera, me bañé cantando, «El poder del cristiano, esta en la oración, el poder del cristiano está, en Jesús, y cristo nos dijo: Ora siempre, siempre, porque la respuesta está en la oración, y el enemigo caerá vencido, caerá ante tus pies, si oras ferviente con todas tu mente y tu corazón, las fuerzas del mal querrán destruirte y tu fe herirte pero no podrán»♪.
Un poco más de shampoo, un poco más de jabón para el cuerpo, y no quería salir de la regadera quería quedar limpia, oler bien, verme bien.

Mamá llegó a sacarme de la regadera.

—Ya salí de ahí, lo gorda no se te va quitar por más agua que te eches— dijo.

Jamás voy a entender la obsesión que tiene mamá y mi familia por los cuerpos "delgados y perfectos", esa necesidad de ser un cuerpo sumamente delgado para valer o ser bonita, nunca entenderé porque me enseñaron a odiar mi cuerpo, jamás voy a entender porque una niña de 5 años tenía que hacer dietas, a veces me pregunto, ¿qué clase de cristiano enseña a sus hijos a odiar su cuerpo si se supone que el cuerpo es el templo del espíritu santo? Sé perfectamente que debemos cuidar nuestro cuerpo, pero ¡no odiarlo! Porque ser una persona valiosa y bonita no depende de ser delgada o gorda.

Salí de la regadera, fui corriendo a mi habitación, usé un vestido de chiffón color fucsia, con pequeños detalles blancos, unas calcetitas con encaje y unos zapatos negros, mamá me peino, y yo me puse un poco de perfume, me paré en la puerta y vi a lo lejos a Israel, sentía tanta emoción, vi mi vestido, para ver si no estaba arrugado, Israel llegó justo a la puerta.

—¡Te ves muy bonita, Lúa, bueno es que sos muy bonita!— dijo dándome un beso en la mejilla.

Mamá salió a la puerta e Israel me tenía tomada de la mano.

—Yo la tráete de regreso, señora— dijo Israel dirigiéndose a mamá y sonriendo de manera muy bonita.

Mamá asintió.

Caminamos tomados de la mano, mamá nos veía desde la puerta, yo me estaba quedado sin aire otra vez, me sentía cansada, pero estaba intentando aguantar a cruzar la esquina donde mamá no nos viera porque si me veía sentirme mal, no me daría permiso de ir, en cuanto cruzamos la esquina, me senté en la acera, y me estaba ahogando, Israel me soltó la mano.

—Lo lamento Lúa, esto es mi culpa, en verdad lo lamento, trata de recuperar el aliento, por favor, ya casi llegamos— dijo Israel.

Yo no respondí, me quedé sentada ahí, hasta que pasaron unos cinco minutos, me puse de pie y seguimos caminando hacia la casa de la familia de Israel, llegamos y estaban en la sala, su mamá, su papá y su hermana menor.

—Hola Lúa, soy Adeline la mamá de Israel, él es mi esposo Israel y mi hija menor Blue, mi otro hijo está de vacaciones con mi familia, pero toma asiento, Israel no has hablado mucho de vos, gracias por ayudar a nuestro niño y jugar con él— dijo.

Yo sonreí y saludé a todos, la señora Adelaida era muy guapa y elegante, el señor Isarel se veía más joven de la edad que podría tener y Blue, Blue era una niña muy dulce, se notaba su inocencia en su mirada, se veía de la misma edad que yo, era blanca, cabello negro, lacio, pálida, con labios rosa tenue, movía sus pies de adentro, hacia afuera, se notaba que estaba nerviosa.

—Espero te guste lo que hemos preparado de comer— dijo.

Yo no supe que decir, estaba tan nerviosa.

Pasamos al comedor, la casa era muy bonita, todos sus muebles eran antiguos, tomamos asiento, Israel se sentó al lado mío, la mamá de Israel sirvió la comida, ¡era estofado! Mi comida favorita, ¿cómo lo sabían? Y además estaba delicioso, yo comía y todos platicaban, la señora Adeline me contaba cosas de la infancia de Israel, y Blue me decía lo bonito que era mi vestido y mis zapatos, levantaron los platos, ellos prácticamente no comieron, luego la señora Adeline sirvió el postre era un flan, estaba rico.

El señor Israel se puso de pie, y colocó un disco en el toca discos, se acercó a su esposa, la tomó de la mano y comenzaron a bailar, se veían a los ojos y se veían tan enamorados, jamás vi a mis padres verse así o actuar de esa manera, Israel tenía una familia maravillosa, y en esta casa yo me sentía segura.

Estaba por caer la noche, cuando tocaron a la puerta, —Lúa, ¿estás ahí?— ¡Era mamá!

Salí corriendo hacia la puerta, muy asustada, Israel y su familia fueron atrás de mí, abrí muy rápido, Israel me tomó de la mano, Blue de la otra mano, y la señora Adeline colocó una mano sobre mi hombro, y el señor Isarel una en mi otro hombro.

—Disculpen las molestias, es que ya es tarde y me preocupé— dijo mamá.

—Disculpenos usted señora, es que tiene una hija muy linda, y se nos fue el tiempo volando—, contestó la señora Adeline.

Mamá sonrió, —bueno, nos vamos— dijo mamá, jalandome bruscamente y se cerró la puerta.

ISRAEL

—Que gente tan rara— alcanzamos a escuchar lo que dijo la mamá de Lúa, me fui a la ventana, llevaba casi a rastras a Lúa, vi que se detuvieron, Lúa no podía caminar, salí corriendo hacia ella.

—Mamita, no puedo respirar— dijo cayendo al suelo.

Mi madre me detuvo, antes de que lograra cruzar la puerta.

—Sabes que es mejor si no vas— me dijo, cerrando la puerta.

Continuará...

- Lissbeth SM.

ENTRE SUEÑOS Y REALIDADESOù les histoires vivent. Découvrez maintenant