LA INVITACIÓN

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ENTRE SUEÑOS Y REALIDADES (Capítulo 12)

Desperté al día siguiente convencida de que le pediría a Israel que me llevara a conocer su casa, así que ayudé en todo lo que me pedía mamá sin poner pero, quería que no me negara salir a jugar, mi comida volvió a ser dietetica, esta vez no me importó, mamá empezó a negarme el dinero para llevar a la escuela, no me daba dinero para refaccionar porque ella decía que yo estaba gorda, en el colegio solo veía a mis compañeros comer y yo no podía comprarme ni un dulce.

Llegaba a casa hambrienta, y la comida siempre era poca porque tenía que bajar de peso, decía mamá, después de comer quité mi uniforme, hice tareas, tomé un baño y salí a jugar a la calle, me senté en la acera cuando llegó Israel, sonreí al verle, él me devolvió la sonrisa.

—Oye Lúa, ¿Crees que te dejen ir a comer mañana a mi casa? Quiero que mis padres y mi hermana te conozcan— dijo.

Yo me emocioné mucho porque era justo lo que yo iba a pedirle, y me sentí tan especial.

—No sé, tendríamos que preguntarle a mamá— respondí.

—Ok, vamos de una vez— dijo él muy emocionado.

Se puso de pie y caminamos hacia mi casa, entramos, mamá se nos quedó viendo.

—Mamá, él es Israel mi amigo— dije.

Mamá lo vio extrañada, Israel le sonrió, mamá no dijo nada.

—Señora, yo quería pedirle permiso para que Lúa fuese mañana a mi casa a comer— dijo, sin dejar de sujetar mi mano fuerte, Israel estaba temblando.

—¿Y dónde viven ustedes? Nunca los había visto por acá— dijo mamá.

—Vivimos en la casa de la esquina— respondió Isarael.

—¿En la casa de doña Juana?  ¿La que estaba abandonada y dicen que está embrujada?— Dijo mamá.

—Así es, ahí vivimos señora, y no está embrujada, a menos que mis papás mi hermana y yo seamos fantasmas— dijo Israel, riendo, mamá veía como me tenía sujetada de la mano, y yo intentaba soltarme porque tenía miedo de que mamá se molestara, pero Israel no me dejaba soltarme y yo estaba empezando a sentirme cansada.

—Pues, si ella quiere ir que vaya, pero eso si, la cuidan bien— dijo mamá, dejándome totalmente asombrada.

—¡Muchísimas gracias— dijo Israel muy contento.

Salimos a la calle, me detuve y me tomé del poste eléctrico, me faltaba el aire, se me dificultaba respirar.

—Lúa, ¿qué pasa? ¿Estás bien?— Preguntó.

—Si, solo me siento muy cansada, estoy agotada, necesito tomar un poco de aire— musité.

—Perdón, es mi culpa— dijo.

Yo no dije más, me recuperé de lo cansada, jugamos un ratito más, se despidió de mi, dijo que al día siguiente vendría por mí a la 1:00 p.m.

Entré emocionada a mi casa, mamá me esperaba.

—Ese amigo tuyo, ¿de qué está enfermo? Está todo pálido y ojeroso— dijo mamá.

—No, él no está enfermo, oye mami, mañana puedo usar un vestido bonito, y me peinas bonito?— dije, con los ojos llenos de ilusión.

—Ja, ja, ja, ay hija, aunque te arregles como te arregles, ese niño no te va ver, estas muy gorda, y a nadie le gusta la gente gorda— respondió mamá.

La ilusión se me fue.

Continuará...

- Lissbeth SM.

ENTRE SUEÑOS Y REALIDADESWhere stories live. Discover now