S E I S

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A partir de ese día, ambos habían tenido salidas recurrentes.

La misma rutina de siempre se repitió una semana y poco más: Tetsuhiro salía de casa en bicicleta y pedaleaba llevado por las ganas de verlo. Llegaba, se plantaba en el suelo frente al árbol que se había convertido en su cómplice dándole sombra y cobijo mientras él esperaba fuera de la escuela a Souichi quien salía media hora después. Luego iban a comer al mismo restaurante donde ya eran conocidos. Su amistad con Mika y hasta con Kunihiro había ido en ascenso. Souichi se dio cuenta cuán sociable era Tetsuhiro y se dio cuenta que, si no fuera por él, jamás habría entablado amistad con esos dos.

Él no solía decir casi palabra cuando su trío de "amigos" conversaba de cosas triviales al mismo tiempo que sus órdenes eran tomadas o sus alimentos eran servidos.

Cada tarde se había convertido en momentos junto al pelinegro donde le enseñaba más sobre biología. Le resultaba interesante admirar su concentración imperturbable en cada explicación dada; Solía verlo con el ceño un poco fruncido, era un joven con rostro aniñado, tenía el mentón algo puntiagudo. Sus cejas finas, eran algo redondas y tenían un arco alto. Tetsuhiro podía ver reflejada la pasión a través de los brillantes ojos de su Senpai mientras hablaba sin parar sobre tantas cosas. Y él poco a poco comenzaría a desarrollar ese mismo gusto por la ciencia.

Aquella noche había llegado a casa luego de acompañar a Souichi a la suya. Se metió a su habitación suspirando de amor, de un amor que empezaba a florecer por otro hombre.

En su cama, le confesó a su almohada que había encontrado más suavidad en la piel de Souichi que en ella. Al silencio le habló sobre como ese hombre conseguía transmitirle la misma paz que él solía buscar al cerrar la puerta del único lugar donde no se sentía juzgado. Y a la luna le dijo que avisara al sol sobre la llegada de dos orbes miel los cuales transmitían la misma luz con muchas más ganas, mucha más calma y sobre todo mucha más intensidad consiguiendo iluminar su vida más que cada mañana.

Entonces se dio cuenta que quería a Souichi. No estaba enamorado, no aún. Pero podía decir que sentía algo por ese hombre que poco a poco iba agrandándose. Eso era algo muy grave en aquel mundo donde no se le permitiría amarlo con libertad. Y mucho menos sabiendo que ese hombre seguramente no lo amaría de la misma forma.

Cansado de fantasear en su mente, se fue a dormir con miles de pensamientos en su cabeza que casi y no le permiten conciliar el sueño.

A la mañana siguiente se despertó temprano como de costumbre. Su cuerpo se separó de la cómoda cama haciéndole quejar perezosamente. Se levantó, hizo su rutina diaria en el baño y salió envuelto en una toalla. Sus pies descalzos le condujeron al armario, sus puertas de maderas fueron abiertas de par en par.

Saco una camisa roja como las que solía usar. Su mano tomó un pantalón morado oscuro el cual llevaba unos tirantes enganchados al cinturón. Finalmente, sus pies sacaron de la parte de debajo los zapatos que se pondría. Antes de cerrar las puertas, sus ojos divisaron su uniforme militar y recordó que pronto deberá volver a sus labores.

Eso le hubiese emocionado si Souichi no se hubiese vuelto algo recurrente en su vida. Ahora tendría menos tiempo para pasar con el maestro.

Ya vestido y con su alcoba impecable, decidió ponerse en marcha para comenzar su día, su rutina preferida: ir a verlo.

Bajo las escaleras con algo de prisa. Saludo a Margaret quien limpiaba la cocina con la radio encendida, algo que solía hacer todas las mañanas, salió de su hogar y avanzo a su vehículo. Se subió a su bicicleta y pedaleó.

Se detuvo frente a la escuela, su mirada enseguida buscó al pelimiel pero en su lugar encontró a un hombre de cabellos negros impartiendo la clase. ¿Dónde estaba Souichi? ¿Acaso había enfermado y alguien lo suplanto? Pensó en que quizás deba ir a casa del mayor para confirmar que todo estuviese bien con él, seguramente el de gafas no le estaría esperando, pero no le importo pensar en recibir un regaño por su inesperada aparición.

R E B O R N • Koisuru BoukunWhere stories live. Discover now