V E I N T E

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Narrador omnisciente


En la tranquilidad de sus hogares creyeron que estarían a salvo siguiendo la rutina: nada de salir, nada de quejarse u chistar, nada de siquiera asomarse por la ventana y mucho menos, nada de dejarse ver con el otro. Sus padres enfurecidos habían ordenado la total prohibición en sus hijos de encontrarse con "el causante de esta desgracia".

Para Soujin Suzuki, su hijo había sido seducido por todo lo malo en el momento que puso un pie fuera de Nagoya. Regreso al pueblo siendo distinto, cabello largo, anteojos y una tiránica aura a su alrededor. Para él, Souichi estaba tan corrompido que se dejó convencer del hijo de su mejor amigo. Por otro lado, para Yamaguchi Sato, padre de Tetsuhiro, su preciado hijo había sido manipulado por ese maestro desobediente quien solo quería conseguir manchar la reputación de los Sato metiendo a Tetsuhiro en aquel horroroso enredo amoroso, en aquel triangulo. Ambos padres, amigos de toda la vida, decidieron que el culpable era el hijo del otro y por ende su amistad se veía afectada.

Dos días después y la decisión había sido tomada: Les darían un susto a sus hijos y así, los arreglarían.

Porque según ellos, sus descarriados hijos estaban defectuosos y con necesidad de un apretón de tuercas.

Un apretón violento.

Esa tarde ambos jóvenes habían sido sacados de sus casas por dos guardias cada uno. Mientras eran llevados al famoso "hoyo" en donde las voces se perdían para siempre, las personas los miraban expectantes. Tetsuhiro recibía miradas de molestia, aunque algunas le veían con compasión y con deseos de que no le suceda nada. Por otro lado, y para su desgracia, Souichi solo era apedreado con ojos fulminantes y deseos de que se le ponga alguna condena.

Lo que había sido para ellos una discusión pequeña, tonta, para el pueblo fue algo grande y merecedor de alguna condena. Y con eso quedaba demostrado cuan hipócrita era la sociedad en donde se castigaba a un inocente por la mínima señal de amor por otro varón.

Amor que para Souichi no existía.

Y para Tetsuhiro si, por parte del sí.

Ver como el malo del cuento era su "senpai" le dolía, ya que Souichi no tenía culpa alguna, ni siquiera entendía que sucedía.

No había respeto, no habían suplicas validas: solo había ganas de corregir personas para preservar el buen nombre de la nación.

Tetsuhiro caminaba, sus manos estaban amarradas tras su espalda y detrás de él iban dos hombres fornidos y más altos que él. Souichi era casi arrastrado, sus brazos estaban siendo prisioneros de dos pares de manos fuertes que apretaban el agarre. Los padres de ambos caminaban más atrás siendo para ellos más importante la vergüenza que sentían, que sus asustados hijos.

El "hoyo" estaba ahí, a pocos metros, sus grandes y metálicas puertas imponían temor. Fueron abiertas y ese fue el punto de encuentro para ambos jóvenes.

Verde y miel se juntaron en una mezcla donde el miedo y la desesperación eran el ingrediente estrella. Tetsuhiro parecía tener un mejor control en su creciente temor, después de todo él era un soldado. Souichi también quiso verse fuerte, pero sus soles derramaban lágrimas y su cerebro le lanzaba imágenes de sus desgracias pasadas.

Se observaron sin decir palabra, como si se despidieran y se pidieran perdón el uno al otro.

No entendían nada, y creyeron que no lo entenderían ya que nadie le explicaría razones a un cadáver.

Entonces ambos dejaron de ver la luz del sol para ingresar al oscuro lugar. El pasillo tenuemente iluminado por bombillas a los lados estaba en silencio, era largo y sombrío. Al final había una puerta metálica más pequeña. Estando cerca de esta, la puerta se abrió y como si fuese la entrada al infierno, se dejaron oír sollozos, llantos, lamentos y suplicas. Por todas partes, y ellos buscaban de donde provenían las voces, pero no había manera de ponerle cara los espeluznantes sonidos.

R E B O R N • Koisuru BoukunWhere stories live. Discover now