T R E I N T A Y O C H O

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SOUICHI

Hace dos semanas, casi tres, que no lo veo.

Es extraño para mí, ni siquiera le he visto pasar por las calles con Kanako, tampoco con su amigo del bar o sus padres.

Nada.

No sé de él.

Tampoco se ha aparecido en mi casa como lo había hecho antes.

Esta vez su promesa de desaparecerse de mi vida, la estaba cumpliendo y yo no estoy reaccionando como debería a su ausencia.

Ni siquiera he tenido una carta de su parte o algún indicio de que siquiera seguía en el pueblo, y el hecho de molestarme por eso, me molesta.

Acomodo mis lentes, observo a los niños escribir callados. Tenían un examen sencillo, y todos parecían concentrados en lo suyo o yo estaba muy metido en mis pensamientos como para darme cuenta de alguna trampa de ellos. Por primera vez en lo que llevo siendo docente, que los niños atiendan o no a mis clases me tenía sin cuidado alguno, mi mente no estaba presente, se encontraba perdida buscando una manera de volver a oír su voz, o al menos, volver a tenerlo en mi campo de visión unos segundos.

Es irónico como pase de desear con todas mis fuerzas el tenerlo lejos, a anhelar siquiera un simple vistazo a lo lejos de su persona, y me asusta terriblemente la sensación de perdida y vacío que ha dejado su ausencia.

No debería preguntar por él, mucho menos debería extrañarlo siendo yo el que le pidió, casi rogó, que desapareciera de mi vida.

Quería obligarme a pensar que solo era mera preocupación por su ausencia, y es que no verlo en ningún lado por casi tres semanas era algo que me tenía nervioso y distraído todo el tiempo.

Por otro lado, mi compromiso estaba a casi tres meses de efectuarse finalmente. Las cosas estaban compradas, el sitio apartado (El jardín de casa), Miharu más irritante que nunca y yo, más amargado que siempre. Estaba a casi tres meses de ser un hombre oficialmente comprometido frente a todos, y estaba más cerca de estar finalmente casado y viviendo bajo el mismo techo con una mujer a la que claramente no amo.

Tadokoro se quedará para ese evento, me he acostumbrado a tenerlo en casa y ojalá pudiese ser él quien viva conmigo, y no ella.

Cuando llegue ese momento donde mi dedo porte un anillo, no podré verlo más ni siquiera en casa.

¿Por qué pienso en eso? No lo sé, solo sé que su ausencia me está causando sentimientos que no deseo, que quiero reprimir y mientras más intento, más salen a relucir. Masajeo mis cienes, regreso la vista a los niños y estos, inocentes, escriben en las hojas.

Quisiera ser uno de ellos, sin preocupaciones más allá que conseguir un nuevo juguete, o hacer la travesura perfecta. Sin adultos, sin problemas, sin amor...

¿Amor?

-Profesor, ya acabé –Sus trenzas se movieron al compás de su caminar. Ella se acercó a mí dando pequeños pasos hasta que estuvo frente a mí escritorio, ahí dejo su examen.

–Puedes salir al patio, Suki –Tomé la hoja, la metí en una carpeta y la niña obedeció. Normalmente no dejo que salgan, y reviso los exámenes de una vez, pero desde hace muchos días atrás mi cerebro solo tiene espacio para él, y hasta la biología pasó a segundo plano.

Estoy enloqueciendo, quizás.

Escucho la puerta cerrarse, el aula queda en silencio de nuevo y siento desesperar. Giro mi cabeza a la ventana, ahí, donde siempre me observaba está vacío, y en vez de darme tranquilidad, solo me revuelve el estómago. ¿Dónde estás?

R E B O R N • Koisuru BoukunWhere stories live. Discover now