O C H O

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POV TETSUHIRO


No me había dado cuenta lo acostumbrado que estaba a verlo todos los días desde el momento en que me pidió espacio. Aun no entendía el porqué de aquella petición y me asustaba pensar que había notado como yo lo miraba y las atenciones que le daba. No quería perderlo ni mucho menos ahuyentarlo de mi lado.

Había pasado una larga semana donde no tuve el privilegio de ver sus preciosos soles atrapados en dos redondos cristales sobre su nariz. Tampoco había podido oír su voz suave ni mucho menos recibir alguna queja de su parte: me sentía extraño por su ausencia.

El lunes no me pego tanto ya que le había visto la noche anterior. Ese día salí junto a Margaret a comprar suministros para la casa.

El martes empezó la sensación de extrañeza, como cuando has estado acostumbrado a hacer algo y repentinamente no lo haces.

El miércoles tuve el deseo para salir corriendo a la escuela para verlo y preguntarle el porqué le pidió eso. Mi padre llegó a casa justo cuando yo estaba parado en la puerta dispuesto a salir. Ese día sólo conseguí una charla con mi progenitor sobre su trabajo y mi futuro.

El jueves entendí que a veces las personas necesitaban espacio para ellas mismas, y conociendo la personalidad de ese hombre supuse que la soledad era lo suyo.

El viernes de nuevo quise ir hacia él, pero Margaret me pidió ayudarla en las labores domésticas y yo accedí para distraerme. Fue como ponerme cadenas a mí mismo.

Y llegó el sábado.

Esa mañana me levante un poco tarde, no acostumbro a hacerlo, pero no tenía nada que hacer en el día así que decidí dormir más de la cuenta. Descanse, pero no lo disfrute.

Cuando estuve bañado, cambiado y arreglado, opté por salir de mi guarida para bajar las escaleras e ir a la cocina. Ahí estaba Margaret tomando una taza de café mientras leía el cuaderno donde anotaba recetas para nunca quedarse sin que cocinar. Me emocioné al ver que aún no tenía preparado nada y rápido me ofrecí a ayudarla, mis padres no estaban en casa y tenía total libertad de hacerlo.

Y así empezamos a preparar mi especialidad: Pollo en salsa de verduras acompañado de patatas asadas y arroz.

Preparando los alimentos me di cuenta lo distraído que me encontraba, y Margaret también pareció notarlo porque enseguida me cuestiono sobre mi comportamiento e insinuó que había pasado la noche en vela pensando en alguna dama: estaba en lo cierto, solo que no era una dama, era un varón de mal carácter, aunque poseedor de una belleza superior a la de cualquier fémina que se me posara delante.

Esa mujer y yo teníamos un fuerte vínculo y por eso confiaba en ella. Había guardado miles de mis secretos y este no sería la excepción si no tuviese temor a ponerla en peligro por saber mi secreto y no denunciarlo. No podía enterarse de mis gustos.

Y si, esa semana abrió mis ojos de golpe: Quería a Souichi.

Le quería más allá de lo amistoso porque lo admiraba cuando él estaba distraído. Le quería porque le extrañaba y añoraba nuestro encuentro nuevamente. Le quería porque disfrutaba oírlo hablar, quejarse y hasta ver cada mínimo movimiento que ejercía.

Le quería, pero jamás podría tenerlo.

Vivimos en un mundo donde querer de esa forma estaba prohibido y era castigado cruelmente ¿Por qué? Siempre me lo preguntaba. Desde muy chico me preguntaba por qué veía personas llorar alrededor de una manta blanca en la cual se escurría un color rojizo. Una manta en el suelo que parecía cubrir algo. Porqué los soldados solían llevar varones a la fuerza mientras estos suplicaban piedad para luego ser encerrados en un gran edificio en colores grises. También me preguntaba por qué mi padre insistía en acercarme a las niñas de mi edad que paseaban por los jardines y plazas de aquel pueblo juntos a sus madres felices de presentarlas a un posible futuro pretendiente.

R E B O R N • Koisuru BoukunNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ