11. Nos desconocemos

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JESSICA

Alex se quedó un momento tildada, mirando al tipo con el traje gris que acababa de salir de su casa. Entonces, sonrió.

—Jessica, te presento a mi representante —dijo—. Es mi representante, pero yo tengo que presentarlo —agregó y comenzó a reír.

El señor se acercó hasta la reja con las llaves en la mano y nos abrió. Yo aproveché y empujé a Alex adentro antes de retroceder, lista para irme, pero él me entrecerró los ojos, no muy contento.

—Contigo también tengo que hablar. Métete.

Miedo, pánico, lentejas, Ozuna.

Obedecí y caminé detrás de Alex, pero ella se volvió a apoyar en mí apenas me vio cerca y tuve que pasar mi brazo alrededor de su cintura para ayudarla.

Los sacrificios que una tiene que hacer ¿No?

Alex apoyó su mejilla en mi hombro y levantó la mirada. Se veía cansada, pero me imaginaba que era por la fiebre. Sus mejillas seguían rosadas y su cola de caballo estaba a punto de deshacerse.

Quería tocarle la frente y preguntarle cómo estaba.

Se veía linda.

—Estaba esperando a que nuestra relación se volviera más seria antes de presentártelo. —dijo ella—. Lo siento.

Estúpida.

Aparté la mirada y entré a la casa con ella a mi lado.

Sus padres y su hermana estaban merendando, pero cuando nos vieron entrar se detuvieron y nos miraron. Su madre se veía especialmente enojada.

—¿Dónde estabas? —le preguntó a su hija.

Alex se escondió detrás de mí, febril pero aterrada, y miró a su madre por sobre mi hombro. Por alguna razón aprovechó y me abrazó.

—Estaba en clase —respondió aferrándose a mí con fuerza.

—Nos echaron —completé.

—Lo siento, mamá. No puedo controlar mi pasión por aprender.

—¡Pasión por la chancla vas a tener cuando acabe contigo! —su madre se levantó de golpe.

Alex y yo gritamos.

—¡Nada de chanclas hasta que termine con ellas! —El representante de Alex se paró delante de nosotras para protegernos. Su madre le dedicó a Alex una mirada que me hizo estremecer hasta a mí, pero él nos señaló con la barbilla una puerta a un lado de la sala de estar—. Ustedes vayan al estudio.

Eso hicimos. No lo dudamos ni un segundo.

Alex me tomó por la muñeca y me metió por otra puerta a un cuarto que parecía una oficina. Tenía libreros llenos, un escritorio y algunos muebles. Era muy similar al cuarto del segundo piso en el que le habían hecho la entrevista hace unas semanas.

Se desplomó sobre el sillón detrás del escritorio y cerró los ojos. Yo me quedé parada, mirándola, y eso pareció sentirlo, porque unos segundos después abrió un ojo para espiarme.

—Tengo miedo de que mi mamá me pegue con la chancla ¿Me das un abrazo?

Le enseñé el dedo del medio.

En ese momento entró el representante de Alex y le dio un zape en la cabeza para que se levantara del sillón. Alex se quitó y él se sentó en su lugar antes de indicarnos con un gesto de la mano que nos sentáramos en las sillas frente a él.

—Me presento —dijo—. Mi nombre es Gabriel. Veintinueve años, libra. Me gusta dar largos paseos por la playa en el atardecer y hacer alpinismo. ¿Mi carrera? Ser el representante de Alex. ¿Mi pasión? Los gatos.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora