27. ¿Las amigas se besan? Pregunta seria

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ALEX

Me dolía el culo.

Empecemos por ahí.

El suelo de la discoteca estaba pegajoso y mojado cuando apoyé la mano en él y todo daba vueltas. No tenía idea de si se debía por las luces intermitentes o por la contusión en mi trasero. 

A mi lado estaba el vaso que antes sostenía Noah en su mano, vacío.

Ahora entendía por qué estaba mojado el suelo.

Cuando levanté la cabeza me encontré rodeada por un grupo de adolescentes con sus cámaras y flashes encendidos, apuntándome. Algunos me tendían sus sudorosas manos para que las tomara y me levantara.

—¡Noah! —Escuché la voz de Jess detrás de mí—. ¡Te dije que la distrajeras, no que la mataras!

—Pues distraída ya está.

Intenté darme la vuelta para verla justo cuando ella empujó a dos chicos para abrirse camino y arrodillarse frente a mí.

Abrí la boca, sorprendida.

Jessica llevaba un vestido azul, si es que eso se podía llamar vestido, porque no era mas que una falda corta de tela muy delgada con dos tiras anchas que salían de ella y pasaban por su pecho para cubrir sus tetas. O, al menos, la mitad de ellas. Su cabello estaba planchado y suelto, sin su característica vincha que le echaba el pelo hacia atrás.

—¿Ya morí? —pregunté sin poder dejar de verla—. ¿Eres un ángel?

—¿Estás bien? —preguntó tendiéndome una mano. Mi mirada no sabía donde posarse. Si en sus uñas perfectamente arregladas, en su cintura desnuda, en el escote de su vestido o en su labial de brillos rosa—. Sí, por lo que veo estás bien.

Sacó su mano e hizo un amague de levantarse, pero me lancé a sus brazos y entrelacé mis manos detrás de su cuello.

—¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele! ¡Me estoy muriendo!

Jessica casi perdió el equilibrio y acabó aferrándose a mí para no caer. Cuando levanté la cabeza, la encontré mirándome con mala cara. Lo que ella no sabía era que a mi me encantaba que me mirara así. 

Por mí que me pisara.

—¿Estás bien? ¿Qué ha sucedido?

El encargado se abrió camino hasta entrar al círculo y pasó su mirada de Jess a mí.

La pelirroja me ayudó a levantarme. Lo que fue un poco difícil, porque yo me negaba a soltarla.

—Estoy bien —Encontré a Noah entre la multitud y clavé mis ojos en ella—. Tropecé con un caniche.

—¿Un caniche? —El encargado se giró al de seguridad con alarma—. ¿Se metió un perro?

El de seguridad se alzó de hombros.

—A mí me pareció ver un caniche más temprano. —Uno de los adolescentes levantó la mano, medio borracho—. O capaz era una chica muy baja.

Noah abrió la boca, ofendida y sorprendida, pero no dijo nada.

En seguida se sumaron más adolescentes borrachos para contar dónde habían visto al caniche, formando otro círculo, pero esta vez alrededor del encargado. Él estiró el cuello para verme por encima de las cabezas, sobándome la frente.

—¿Te golpeaste? —me preguntó.

Me alcé de hombros sin soltar a Jessica. Temía que se escapara mientras estaba distraída, así que jugué la carta de la enferma.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora